Los cuentos y fàbulas de este blog son un espacio que fomenta la comprensiòn, comunicaciòn, vocabulario, fantasìa, imaginaciòn y amor por la lectura en los niños.
martes, 16 de diciembre de 2014
Cuentos Clàsicos Infantiles
Los cuentos y fàbulas de este blog son un espacio que fomenta la comprensiòn, comunicaciòn, vocabulario, fantasìa, imaginaciòn y amor por la lectura en los niños.
El Rey Rana
El Rey Rana 
Hace muchos años, cuando el desear aún le ayudaba a uno, vivía un rey cuyas hijas eran todas buenas doncellas, pero la más joven era tan bondadosa, que el mismo sol, que ha visto tanto, se detenía cada vez que iluminaba su camino. Cerca del castillo del rey, había una inmensa y oscura selva, y bajo un viejo árbol de lima había un pozo, y cuando el día esta muy caliente, la hija menor del rey iba a la selva a sentarse junto a la fresca fuente, y cuando se aburría, tomaba una bola de oro y la tiraba alto para capturarla. Y esta bola era su juguete favorito.
Pero sucedió que en una ocasión la bola no llegó a las manos que la esperaban, sino que cayó al suelo y rodó hasta caer en el pozo. La hija del rey la siguió con sus ojos, hasta que desapareció. Y el pozo era profundo, tan profundo que no se alcanzaba a ver el fondo. Ella empezó a llorar, y a llorar más alto y más alto sin llegar a sentir consuelo. Y mientras se lamentaba oyó que alguien le decía:
-"¿Que te sucede, hija del rey?, te lamentas tanto que hasta las piedras te mostrarían piedad"-Ella miró alrededor buscando hacia donde venía la voz, y vio a una rana sacando del agua su gran cabeza.
-"¡Ah!, vieja corredora de aguas, ¿eres tú?"- preguntó.- "Estoy llorando por mi bola de oro, que cayó dentro del pozo"- concluyó diciendo.
-"Quédate tranquila y no llores más"- contestó la rana. "Yo te puedo ayudar, pero ¿que me darás a cambio si te regreso ese juguete de nuevo?"-
-"Lo que tú quieras, querida rana"- dijo ella. -"Mis vestidos, mis perlas y joyas, y hasta la corona de oro que llevo puesta"-
La rana respondió: -"No me interesan tus vestidos, tus perlas o joyas, ni la corona de oro, pero si me amaras y me dejaras ser tu compañera y socia de juegos, y sentarme contigo en tu mesa, y comer de tu plato de oro, y beber de tu vaso, y dormir en tu cama junto a tí. Si tú me prometes cumplir todo eso, yo bajaré y traeré acá de regreso tu bola de oro."-
-"Oh, claro" - dijo ella, -"yo te prometo cumplir tus deseos, si me regresas la bola"-
Ella sin embargo pensaba: -"¡Cómo habla esa tonta rana! ¡Ella vive en el agua junto a las otras ranas y sapos y no podría ser compañera de ningún ser humano!"-
Pero la rana, una vez recibida la promesa, metió su cabeza en el agua y se sumergió profundamente, y momentos después subía nadando trayendo en su boca la bola, y la tiró en el zacate. La hija del rey quedó encantada de ver una vez más de nuevo a su juguete, y recogiéndola corrió con ella.
-"¡Espera, espera!"- gritaba la rana. -"¡Llévame contigo, que no puedo correr como lo haces tú!-
Pero ¿de qué le serviría gritar, aún con su croak, croak, tan fuerte como podía? Ella no la escuchaba, y corrió a su aposento y pronto olvidó a la pobre rana, que se vio obligada a regresar al pozo de nuevo.
Al día siguiente, cuando se sentó a la mesa con el rey y los cortesanos, y había empezado a comer en su plato de oro, algo llegó brincando y sonando splash, splash, a las gradas de mármol, y cuando llegó arriba, tocó a la puerta y gritó:
-"Princesa, la más joven de las princesas, ábreme la puerta a mí."-
Ella corrió a ver que había afuera, pero cuando abrió la puerta, encontró a la rana sentada al frente. Entonces ella tiró la puerta a toda prisa, y regresó a sentarse a la mesa y quedó muy asustada. El rey vio que estaba sumamente alterada y que su corazón latía fuertemente y le preguntó:
-"Mi muchachita, ¿qué es lo que te asustó tanto?, ¿está por casualidad un gigante afuera que quiere raptarte y llevarte lejos?"-
-"Oh, no"- replicó ella. -"No es un gigante, sino una horrible rana"-
--"¿Y qué hace una rana contigo?"-
-"Ah, mi querido padre, ayer yo estaba en la foresta, sentada junto al pozo, jugando con mi bola de oro, cuándo ésta cayó a lo profundo del pozo. Y como yo lloraba mucho, la rana me la regresó, y como ella insistía, yo le prometí que podía ser mi compañera, ¡pero nunca pensé que sería capaz de alejarse de sus aguas! Y ahora está ahí afuera, esperando que la ingrese conmigo."-
Mientras tanto la rana tocó a la puerta por segunda vez, y gritaba:
-¡Princesa! ¡La más joven de las princesas!
¡Ábreme a mi la puerta!
¿Recuerdas lo que me dijiste
ayer en las frescas aguas de la fuente?
¡Princesa, la más joven princesa!
¡Ábreme a mi la puerta!
Entonces dijo el rey:
-"Lo que tú has prometido, debes cumplirlo. Ve y déjala entrar"-
Ella fue y abrió la puerta, y la rana saltó y la siguió a ella, paso a paso, hasta su silla. Entonces, cuando la princesa se sentó, la rana gritó:
-"Levántame para estar a tu lado."-
Ella no actuaba, hasta que el rey le ordenó hacerlo. Cuando la rana ya estaba en la silla, le pidió estar en la mesa, y una vez en la mesa dijo:
-"Ahora, empuja tu plato de oro más cerca de mí de modo que podamos comer juntos."-
Ella lo hizo, pero fue fácil ver que lo hacía sin su voluntad. La rana disfrutó de la comida, pero casi todos los bocados que la princesa tomaba, la estremecían. Al final dijo la rana:
-"Ya he comido y estoy satisfecha; ahora estoy cansada, llévame a tu dormitorio, alista tu sedosa cama, y ambos iremos a dormir."-
-"Aquel que te ayudó cuando estuviste en apuros, no debe ser decepcionado por tí."-
Así que ella tomó a la rana con sólo dos dedos, la llevó arriba y la puso en una esquina. Pero cuando ella se metió a su cama, la rana sigilosamente se le acercó y le dijo:
-"Estoy cansada, quiero dormir tan bien como tú, levántame o se lo diré a tu padre."-
Entonces ella se enojó terriblemente, la tomó en sus manos y la lanzó con todas sus fuerzas contra la pared.
-"Ahora te estarás quieta, odiosa rana."- dijo ella.
Pero cuando cayó al suelo ya no era una rana, sino un encantador príncipe de bellos modales.
Ahora, él, por decisión de ella y de su padre, es su compañero y esposo. Entonces él le contó cómo había sido hechizado por un malvado brujo, y cómo nadie lo había sacado nunca del pozo, excepto ella, y que mañana podrían ir juntos a su reino. Ambos fueron a dormir, y a la mañana siguiente, al levantar el sol, llegó un carruaje con ocho caballos blancos, con plumas blancas de avestruz en sus cabezas, y con arreos con cadenas de oro, y atrás venía el fiel sirviente Henry. El fiel sirviente Henry había quedado tan infeliz cuando su patrón fue convertido en rana, que se había atado tres bandas de hierro alrededor de su corazón para que no reventara de pena y tristeza. El carruaje condujo al príncipe a su reino. El fiel Henry les ayudó a ambos, y se puso a sus órdenes de nuevo, y estaba lleno de dicha por su rescate. Y cuando iban de camino, el hijo del rey escuchó que algo se quebraba atrás de él. Se volvió y gritó:
-"Hey, Henry, el carruaje se está quebrando."-
-"No, patrón, no es el carruaje. Es una banda que está sobre mi corazón, que me había puesto por mi gran dolor por su encantamiento como rana dentro del pozo. Otra y otra vez volvieron aquellos sonidos, y el hijo del rey pensaba que el carruaje se estaba quebrando, pero sólo eran las bandas que se reventaban de alrededor del corazón del fiel Henry porque su patrón era ahora libre y feliz.
Enseñanza:
Lo que se promete, siempre debe cumplirse.
Las Tres Hilanderas
Las Tres Hilanderas
Había una vez una joven muy perezosa que no le gustaba hilar, y aunque su madre le insistía, no había manera de que se pusiera a hilar. Un día su madre se impacientó y se molestó tanto, que la regañó con dureza, y ella se puso a llorar sonoramente. En ese momento pasaba por ahí la reina, y cuando oyó los lamentos paró su carruaje, fue a la casa y preguntó a la madre que por qué estaba castigando a su hija que lloraba tan fuerte que desde lejos se oían sus gritos.Entonces la madre, sintiendo vergüenza de lo inútil que era su hija le dijo:
-"Es que no puedo hacer que pare de hilar. Ella insiste en hilar e hilar, y como somos pobres, no puedo darle todo el material que me pide."-
Entonces contestó la reina:
-"Para mí no hay sonido tan gratificante como cuando están hilando, y nunca me siento tan feliz como cuando están las ruedas girando. Permítame llevar a su hija a mi palacio, allí yo tengo suficiente lino y podrá hilar todo lo que ella quiera."
La madre se alegró muchísimo con la propuesta, y la reina se llevó a la joven. Cuando llegaron al palacio, la reina llevó a la muchacha a tres recámaras que estaban repletas del más fino lino, de pared a pared.
-"Ahora hílame este lino"- dijo la reina, -"y cuando hayas terminado, te ofrezco a mi hijo mayor como esposo, no importa que seas de familia pobre. Eso no me molesta, tu infatigable industriosidad es de un valor suficiente."-
La muchacha, secretamente, se sentía aterrorizada, porque veía que no podría hilar el lino, ni aunque viviera trescientos años sentada todo el día de la mañana a la noche. Entonces, cuando ya estuvo sola, comenzó a llorar, y por tres días se sentaba sin mover siquiera un dedo. Al tercer día volvió la reina, y cuando vio que nada se había hilado aún, se sorprendió. Pero la joven se excusó diciendo que no se había sentido en condiciones de comenzar debido a su tristeza de haber dejado la casa materna. La reina quedó satisfecha con eso, pero le dijo al salir:
-"Mañana ya debes empezar a trabajar."-
Cuando la joven quedó sola de nuevo, no sabía que hacer, y en su congoja se acercó a la ventana. Vio que tres mujeres venían hacia ella, la primera tenía un anchísimo pie aplanado; la segunda tenía el labio inferior tan agigantado que le colgaba sobre la barbilla; y la tercera tenía un dedo pulgar enorme. Ellas se pararon bajo la ventana, miraron hacia arriba, y le preguntaron que era lo que la estaba inoportunando. La muchacha les explicó su problema, y entonces ellas le ofrecieron ayudarla y le dijeron:
-"Si nos invitas a tu boda, y no te avergüenzas de nosotras, y nos llamas "tías", y además nos sientas a la mesa principal, nosotras hilaremos el lino por ti, y en un tiempo bien corto."-
-"Con todo mi corazón"- replicó ella, -"pero entren y comiencen el trabajo de una vez."-
Y dejó entrar a las tres desconocidas mujeres, y les aclaró un espacio en la primera habitación, donde ellas se sentaron y comenzaron a hilar. La primera jalaba el hilo y pedaleaba la rueda, la segunda humedecía el hilo, y la tercera lo trenzaba, y golpeaba la mesa con su pulgar, y en el tanto que la golpeaba, una madeja de hilo caía al suelo, quedando la hilada del modo más fino posible.
La muchacha encubrió a las tres hilanderas de la vista de la reina, y cuando ella llegaba, le mostraba la gran cantidad de lino hilado, y a la reina no le quedaban palabras con que elogiarla.
Cuando ya se vació la primera habitación, pasaron a la segunda y por último a la tercera, la que fue aclarada rápidamente. Entonces las tres mujeres se marcharon, no sin antes decir:
-"No olvides lo que nos prometiste. Eso te llenará de fortuna."-
Cuando la joven le mostró a la reina las habitaciones vacías, y la gran cantidad de hilado, la reina dio las órdenes para la boda, y el novio se regocijó de que tendría una inteligente e industriosa esposa, y la elogió grandemente.
La reina y el novio dijeron:
-"¿Cómo no las invitaríamos?"-
Así, cuando la fiesta empezó, las tres mujeres entraron vestidas extrañamente, y la novia dijo:
-"Bienvenidas, queridas tías."-
-"¡Huy!"- dijo el novio, -"¡Qué tías más raras tienes!"-
Se levantó él entonces y fue donde la que tenía el pie ancho y aplanado y le preguntó:
-"¿Cómo llegó a deformarse así su pie?"-
-"Pedaleando"- contestó, -"pedaleando."-
Entonces el novio fue donde la siguiente y le preguntó:
-"¿Cómo se le formó ese labio tan caído?"-
-"Humedeciendo."- respondió.
Por último preguntó a la tercera:
-"¿Cómo se le hizo tan gordo ese pulgar?"-
-"Trenzando el hilo"- le contestó, -"trenzando el hilo."-
Con todo eso, el hijo del rey se alarmó tanto que dijo:
-"Ni ahora ni nunca, volverá mi querida novia a tocar una hiladora."-
Y así ella se libró para siempre del odiado trabajo de hilar.
Enseñanza:
Cumplir lo prometido, trae un tesoro escondido.
La Luz Azul
La Luz Azul 
Había una vez en tiempos de guerras, un soldado que por muchos años sirvió a su rey fielmente. Pero cuando acabaron las guerras, ya no pudo servir más a causa de las muchas heridas que había recibido. El rey le dijo:-"Debes volver a tu casa, ya no te necesito más, y no vas a recibir ninguna paga adicional, pues solamente se da el salario mientras se está en servicio."-
Entonces el soldado, que no sabía de que otra manera ganarse la vida, se fue totalmente frustrado, y caminó todo el día, hasta que llegó a un bosque y entró en él. Cuando oscureció, vio una luz, y se dirigió a ella, y llegó a una choza donde vivía una bruja.
-"Por favor, dame posada por una noche, y un poquito de comida y bebida"- le dijo él a ella, -"o moriré de hambre."-
-"¡Ajá!"- contestó ella, -"¿Quien le daría algo a un soldado despedido? Te tendré compasión y te dejaré entrar, si haces lo que deseo"-
-"¿Y qué es lo que deseas?"- respondió el soldado.
-"Que mañana me arregles totalmente mi jardín."- dijo la bruja.
El soldado consintió, y al día siguiente trabajó con todas sus fuerzas, pero no pudo terminar todo al llegar el atardecer.
-"Veo muy bien" dijo la bruja, -"que por hoy ya no puedes hacer más, pero te daré otra noche, y en pago por ello, mañana me picarás una carga de leña haciéndola compacta."-
El soldado gastó todo el día haciéndolo, y al atardecer la bruja le propuso quedarse una noche más.
-"Mañana solamente deberás hacerme un trabajito muy pequeñito. Atrás de mi casa hay un viejo pozo seco, donde ha caído mi linterna. Ella alumbra azul, y nunca se apaga, y debes traérmela de regreso."- dijo ella.
Al día siguiente la vieja lo llevó al pozo, y lo bajó en una canasta. Él encontró la luz azul, y le hizo una señal a ella para que lo subiera. Ella jaló la cuerda hacia arriba, pero cuando ya estaba cerca del borde, ella estiró la mano tratando de coger la luz azul, quitándosela a él.
-"¡No!"- dijo él, percibiendo su mala intención, -"No te daré la luz, hasta tanto no esté afuera con mis dos pies sobre el suelo."-
La bruja se molestó, soltó la cuerda y se marchó. El pobre soldado cayó sobre el húmedo fondo, sin herirse, y la luz azul seguía iluminando, pero, ¿De qué le serviría eso? Vio él que no podría escapar de la muerte. Se sentó por un rato muy acongojado, y de pronto exploró su bolsillo y encontró su pipa de tabaco, que aún estaba a medio llenar.
-"Este será mi último placer."- pensó.
La sacó, la encendió con la luz azul y comenzó a fumarla. Cuando el humo había circulado por toda la caverna, súbitamente apareció un duende negro parado frente a él, que le dijo:
-"Señor, ¿Cuáles son tus órdenes?"-
-"¿Y que órdenes tengo que darte?"- replicó el soldado, bastante confundido.
-"¿Y que órdenes tengo que darte?"- replicó el soldado, bastante confundido.
-"Yo debo hacer cualquier cosa que me pidas"- dijo el hombrecito.
-"Bien"- dijo el soldado, -"en primer lugar, sácame de este pozo."
El hombrecito lo tomó de la mano y lo llevó por un pasaje subterráneo, pero no olvidó de llevarse la luz azul consigo. En el camino, el duende le mostró los tesoros que la bruja había colectado y escondido allí, y el soldado tomó tanto oro como podía cargar. Cuando llegaron arriba, él le dijo al hombrecito:
-"Ve ahora y atas a la bruja, y la llevas ante la justicia."-
En unos momentos, pasó la bruja, tan rápido como el viento, dando escalofriantes gritos como un gato salvaje, e inmediatamente reapareció el hombrecito.
-"Todo está hecho"- dijo él, -"y la bruja ya ha sido juzgada. ¿Qué más se te ofrece, mi señor?"-
-"Por ahora, nada más."- contestó el soldado, -"Debes retornar a tu hogar, pero mantente siempre disponible a mi alcance, por si te convoco."-
-"No necesitas más que encender tu pipa con la luz azul, y yo apareceré ante ti de nuevo."- dijo el duende, y desapareció de su vista.
El soldado retornó al pueblo de donde había venido. Fue a la mejor posada, ordenó los mejores vestidos, y pidió al propietario que le alistara una habitación tan preciosa como fuera posible. Cuando ya estuvo lista y el soldado había tomado posesión de ella, invocó al pequeño negrito y le dijo:
-"Mira, yo serví muy fielmente a mi rey, pero el me despreció, y me dejó hambriento, y ahora es mi turno de tomar mi acción."-
-"¿Qué debo hacer?"- preguntó el hombrecito.
-"Cuando ya esté entrada la noche, y la hija del rey esté en su cama, tráela dormida, y ella hará el trabajo de servidumbre para mí."- contestó.
-"Eso es algo muy fácil para mí, pero algo muy peligroso para ti, porque si eres descubierto, te podría costar un buen disgusto."- dijo el duende.
Cuando sonaron las doce de la noche, la puerta se abrió, y el hombrecito traía a la princesa.
-"¡Aja!, ¿Eres tú?"- gritó el soldado a la princesa, -"¡Ponte a trabajar de inmediato! Toma la escoba y barre la recámara."-
Cuando hubo terminado esto, él le ordenó acercarse a la silla, y estiró sus piernas y dijo:
-"¡Quítame las botas!"-
Y enseguida las tiró al suelo enfrente de su cara, e hizo que las recogiera de nuevo, las limpiara y les diera brillo. Ella, sin embargo, hizo todo lo que le pidió, sin oposición, en silencio y con los ojos a medio cerrar. Y cuando cantó el primer gallo, el duende la llevó de regreso al palacio y la colocó en su cama.
En la mañana, cuando la princesa se levantó, fue donde su padre y le contó que había tenido un muy extraño sueño.
-"Yo era llevada volando por las calles con la rapidez del relámpago"- decía ella, -"y puesta en la habitación de un soldado, y yo tenía que trabajarle como una sirviente, barrer su alcoba, limpiar sus botas y hacer todos los trabajos misceláneos. Fue sólo un sueño, pero me siento tan cansada como si realmente hubiera hecho todo aquello."-
-"El sueño podría haber sido real."- dijo el rey, -"Te daré una pequeña ayuda. Llena tu bolso de guisantes, y hazle un pequeño hueco al bolso, y entonces, si de nuevo eres llevada en vuelo, los guisantes irán cayendo y dejando un rastro en las calles."-
Pero, sin que hubiera sido notado por el rey, el duende estaba a su lado cuando él decía eso, y oyó todo al respecto. En la noche, cuando la princesa era llevada de nuevo por las calles, ciertamente algunos guisantes cayeron del bolso, pero no pudieron dejar un rastro, pues el hombrecito había regado guisantes en todas las calles. Y de nuevo la princesa fue obligada a hacer el trabajo de sirviente hasta el canto del gallo.
A la mañana siguiente, el rey mandó a su gente a buscar el rastro, pero todo fue en vano, pues en cada calle, los niños pobres recogían los guisantes diciendo:
-"Debe de haber llovido guisantes, anoche."-
-"Tenemos que pensar en algo más."- dijo el rey.-"
-"Déjate los zapatos puestos cuando te vayas a la cama, y antes de que regreses del lugar a donde has sido llevada, esconde uno de ellos ahí, y yo pronto idearé el medio para encontrarlo."-
El duende escuchó el nuevo plan, y en la noche, cuando el soldado le ordenó de nuevo traer a la princesa, se lo reveló, y además le dijo que no sabía de ningún método para contrarrestar esa estrategia, y que si el zapato era encontrado en su habitación, le podría ir muy mal.
-"Haz lo que te pido."- replicó el soldado. Y de nuevo esta tercera noche la princesa fue obligada a trabajar como sirviente, pero antes de partir a palacio, escondió su zapato bajo la cama del soldado.
A la mañana siguiente, el rey tenía al pueblo entero buscando el zapato de su hija. Y fue encontrado donde el soldado, y el mismo soldado, que por ruego del enano se había alejado de la casa, fue pronto capturado y llevado a prisión. En su huída, había olvidado su más preciada posesión, la luz azul y el oro, y solamente le quedaba un ducado en su bolsillo. Y ahora cargado de cadenas, estaba parado junto a la ventana de su calabozo, cuando tuvo la suerte de ver a uno de sus antiguos colegas pasar por ahí. El soldado golpeó en la ventana, y cuando el colega se acercó, le dijo:
-"¿Serías tan amable de traerme un pequeño envoltorio que dejé en la posada olvidado?, yo te daré un ducado por el mandado"-
El camarada corrió hacia allá y le trajo lo solicitado. Tan pronto como el soldado quedó solo de nuevo, encendió su pipa e invocó al negro duende.
-"No temas."- le dijo éste. -"Ve adonde te lleven, y déjalos hacer lo que quieran, solamente mantén contigo la luz azul."-
Al día siguiente el soldado fue llevado a juicio, y aunque alegó que no había hecho nada malo, fue condenado a muerte. Cuando era llevado al cadalso, le pidió al rey un último favor.
-"¿Y qué es?"- preguntó el rey.
-"Que pueda fumar una vez más mi pipa en el camino."- dijo el soldado.
-"Puedes fumarla hasta tres veces más"- contestó el rey, -"pero no imagines que te perdonaré la vida."
Entonces el soldado sacó su pipa y la encendió con la luz azul, y apenas subieron unas pocas roscas de humo apareció el duende con un pequeño látigo en la mano diciendo:
-"¿Qué deseas mi señor?"-
-"Castiga con el látigo hasta hacer caer al suelo a esos falsos jueces, y a su comisario, y no pongas reparos en el rey que tan mal me ha tratado."-
Entonces el duende cayó sobre ellos, castigándolos, dándoles aquí y allá, y quienquiera fuera tocado por el látigo, caía al suelo, y no se aventuraba a levantarse de nuevo. El rey estaba aterrorizado. Y él mismo le pidió piedad al soldado, que lo dejara vivir, y le dio todo su reino, y a la princesa por esposa.
Enseñanza:
Toda mala acción contra el prójimo, tarde o temprano regresa al actor. Y con creces.
Los Siete Cuervos
Los Siete Cuervos 
Había una vez un hombre que tenía siete hijos, y no tenía ninguna hija, aunque deseaba tener una. A los días su esposa le dio la noticia de la próxima llegada de un nuevo hijo. Y sucedió que por fin fue una niña. La dicha fue inmensa, pero la niña era pequeña y enfermiza, y tuvieron que bautizarla privadamente por motivo de su debilidad. El padre envió a uno de sus muchachos con una jarra a que fuera de prisa al pozo para que trajera agua para el bautizo. Los otros seis lo acompañaron, y como cada uno quería ser el primero en llenarla, discutiendo se les cayó la jarra en el pozo. Se quedaron paralizados, y no sabían que hacer, y ninguno quería volver a la casa. Como ellos no retornaban, el padre se impacientó y dijo:
-"¡De seguro se quedaron jugando y olvidaron su deber, esos irresponsables muchachos!"-
Él se atemorizó tanto de que la niña muriera sin ser bautizada, que en su angustia gritó:
-"¡Desearía que todos esos muchachos se convirtieran en cuervos!"-
No había terminado de pronunciar esas palabras cuando escuchó un escandaloso ruido de alas en el aire sobre su cabeza, miró hacia arriba y vio a siete negros cuervos alejándose. Los padres no podían creer aquello, y muy tristes con la pérdida de sus siete hijos, se consolaban con la existencia de su pequeña hija, que pronto se restableció y fue creciendo sana y bondadosa.
Por un largo tiempo, ella no supo que tenía hermanos, pues sus padres se cuidaban de no mencionarlo en su presencia. Pero un día, accidentalmente escuchó a otra gente hablando de ella:
-"Que la muchacha era ciertamente encantadora, pero que en realidad era la culpable de la mala fortuna que habían tenido sus siete hermanos."-
Entonces ella se sintió acongojada, y fue donde sus padres y preguntó si era cierto que ella tenía hermanos, y que qué había sido de ellos. Los padres no pudieron ocultar más el secreto, pero que lo que les había sucedido a sus hermanos fue la voluntad del cielo, y que su nacimiento solamente fue una causa inocente de aquello.
Pero la joven tomó todo eso a pecho diariamente, y pensó que tenía que salvar a sus hermanos. Ella no tenía descanso ni paz hasta que secretamente se fue, y salió hacia el ancho mundo para encontrar la pista de sus hermanos y liberarlos, le costara lo que fuera. No llevaba nada con ella, a excepción de un pequeño anillo de sus padres como amuleto, un bollo de pan contra el hambre, una pequeña botella de agua contra la sed y una pequeña silla como provisión contra el cansancio.
Y ella avanzaba continuamente hacia adelante, lejos y más lejos, hacia el puro final del mundo. Y llegó hasta donde el sol, pero era muy caliente y terrible, y devoraba a los niños pequeños. Rápidamente ella corrió, y fue hacia la luna, pero era muy helada, y también horrible y maliciosa, y cuando la vio a ella, dijo:
-"Me huele, me huele a carne humana."-
Con eso ella escapó velozmente y llegó hasta las estrellas, que fueron amables y buenas con ella, y cada una de ellas estaba sentada en su propia sillita particular. Pero la estrella matutina se levantó, y le dio el hueso de una pata de pollo, y dijo:
-"Si tú no tienes ese hueso, no podrás abrir la Montaña de Cristal, y es en esa montaña donde están tus hermanos."-
La joven tomó el hueso, lo envolvió cuidadosamente en una manta, y siguió adelante hasta llegar a la Montaña de Cristal. La puerta estaba cerrada, y pensó que debería sacar el hueso, pero cuando desenvolvió la manta, estaba vacía, y se dio cuenta de que había perdido el regalo de la buena estrella.
¿Qué debería hacer ahora? Ella deseaba rescatar a sus hermanos, y no tenía la llave de la Montaña de Cristal. La buena hermana tomó un cuchillo, cortó uno de sus pequeños dedos, lo puso en la puerta y exitosamente se abrió. En cuanto ella entró, un pequeño enano se le acercó, quien le dijo:
-"Mi muchachita, ¿que andas buscando?"-
-"Busco a mis hermanos, los siete cuervos."- replicó ella.
El enano dijo:
-"Los señores cuervos no están en casa, pero si quieres esperar hasta que regresen, pasa adelante."-
Enseguida el pequeño enano trajo la comida de los cuervos, en siete platitos, y siete vasitos, y la pequeña hermana comió una pizca de cada plato, y un pequeñito sorbo de cada vaso, pero en el último vaso dejó caer el anillo que ella había cargado consigo.
De pronto ella oyó el aleteo de alas y un zumbido por el aire, y entonces el pequeño enano dijo:
-"Ahora los señores cuervos están llegando a casa."-
Y ellos llegaron, y querían comer y beber, y buscaron sus pequeños platos y vasos. Entonces se dijeron unos a otros:
-"¿Quien habrá comido algo de mi plato? ¿Quien habrá bebido algo de mi vaso? Es la huella de una boca humana."-
Y cuando el séptimo llegó al fondo de su vaso, el anillo rodó contra su boca. Entonces lo miró, y vio que era el anillo que pertenecía a su padre y madre, y dijo:
-"Dios nos ha otorgado que nuestra hermana pueda estar aquí, y entonces quedaremos libres."-
Cuando la joven, que se había quedado observando detrás de la puerta, escuchó el deseo, avanzó hacia adelante, y en ese instante los cuervos retornaron a su forma humana de nuevo. Y se abrazaron y besaron, y regresaron felizmente a su casa.
Enseñanza:
Nunca debe de tomarse determinaciones, ni hacer amenazas, bajo un estado de enojo.
Un Cuento Enigmático
Un Cuento Enigmático 
Tres mujeres fueron convertidas en flores y colocadas en el campo del jardín, pero a una de ellas le fue permitido que durante las noches podía estar en su casa como humana. Entonces, una noche, cuando ya se acercaba el día y tendría que volver a ser flor otra vez, ella le dijo a su esposo:
-"Si cuando vuelves más tarde vienes al jardín y me arrancas, quedaré libre y podré estar siempre contigo."-Y él así lo hizo.
Ahora, la pregunta es: -¿Cómo supo el esposo cuál era la flor correcta, si todas se veían exactamente igual, sin ninguna diferencia en su forma?
Respuesta: Como ella pasaba la noche en su casa y no en el jardín, no había entonces rocío sobre ella como sí lo había sobre las otras, y así, el esposo supo cuál era la que debía tomar.
Enseñanza:
Una adecuada observación, da una correcta solución.
Los Músicos de Bremen
Los Músicos de Bremen
Un cierto hombre tenía un burro, con el cual transportó infatigablemente los sacos de maíz al molino durante muchos años, pero la fuerza del burro ya decaía, y cada día se le hacía más difícil cumplir la tarea. Entonces el hombre comenzó a considerar que tendría que deshacerse del burro. Pero el burro, sintiendo que no soplaban buenos vientos, se escapó y tomó el camino rumbo a Bremen.-"Ahí"- pensó el burro, -"podré ser un músico de pueblo."-
Cuando había recorrido alguna distancia, se encontró a un perro de caza echado en el camino, cansado y jadeando como quien corrió hasta más no dar.
-"¿Por qué estás jadeando tanto, compañero?"- preguntó el burro.
-"¡Ah!"- replicó el perro, -"como ya estoy viejo, y cada día me pongo más débil, y ya no puedo cazar como antes, mi patrón quiere terminar conmigo, así que me escapé soplado. Pero ahora, ¿cómo haré para ganarme mi pan?"-
-"Te diré una cosa"- dijo el burro, -"yo voy hacia Bremen, y voy a hacerme músico de pueblo, ven conmigo y hazte también un músico. Yo tocaré la flauta y tú golpearás el tambor"-
El perro aceptó y avanzaron hacia Bremen.
Al cabo de un rato encontraron un gato sentado en el camino, con una cara como de tres días de ayuno.
-"Y ahora, viejo maullador, ¿qué ha estado mal contigo?"- le preguntó el burro.
-"¿Quién podría sentirse contento cuando tiene una soga en el cuello?"- contestó el gato. -"Porque ahora que me estoy poniendo viejo, y mis dientes ya no muerden bien, y prefiero estar sentado junto al fogón bien acurrucado en vez de andar detrás de algún raton, mi ama desea echarme lejos, por lo que decidí huir primero. Pero ahora los buenos consejos están escasos. ¿Hacia donde podré ir?"-
-"Ven con nosotros a Bremen. Tú sabes mucho de cantos nocturnos, podrás ser un buen músico de pueblo."-
El gato lo pensó muy bien y decidió irse con ellos. Al cabo de un rato, los tres fugitivos llegaron a una granja, donde el gallo se había sentado sobre el portón, cantando a lo más que podía.
-"¡Qué modo de cantar!"- le dijo el burro. -"¿Qué te sucede?"-
-"Yo he estado pronosticando buen tiempo, porque es el día en que nuestra Señora lava la ropita del pequeño Niño, y ella quiere que se seque."- dijo el gallo, -"pero para el domingo vendrán invitados, por lo que la patrona no tendrá piedad, y le ha dicho a la cocinera que quiere comerme en sopa. Y para esta tarde ya habrán cortado mi cabeza. Por eso ahora estoy cantando a lo que más doy, mientras pueda."-
-"Ah, pero cresta-roja"- dijo el burro, -"mejor vienes con nosotros. Vamos hacia Bremen. Encontrarás algo mejor que ser cocinado, ya que tienes muy buena voz, y si nosotros hacemos la música juntos, será de buena calidad."-
El gallo estuvo de acuerdo con el plan, y los cuatro marcharon juntos. Sin embargo no alcanzaron a llegar a Bremen ese mismo día, y al atardecer llegaron a una foresta donde pensaron pasar la noche. El burro y el perro se echaron bajo un gran árbol, el gato y el gallo se subieron a las ramas, pero el gallo decidió volar hasta la cumbre, donde se sentía más seguro. Antes de irse a dormir, el gallo miró para todo lado, y le pareció ver en la distancia un pequeño resplandor, así que llamó a sus compañeros diciendo que debería de haber una casa no muy lejos, pues ha visto su luz. El burro dijo:
-"Si es así, mejor nos levantamos y vamos hacia allá, pues el refugio de aquí no es nada bueno"-
El perro pensó que unos pocos huesos con algo de carne le caerían muy bien.
Así es que se fueron en la dirección de aquella luz, y pronto la vieron brillar más fuertemente y más grande, hasta que llegaron a una bien iluminada casa de ladrones.
El burro, por ser el más grande, fue a asomarse a la ventana.
-"¿Qué es lo que ves, mi caballo gris?"- preguntó el gallo.
-"¿Qué es lo que veo?"- respondió el burro, -"una mesa repleta de buenas cosas para comer y beber, y ladrones sentados disfrutando de todo eso."-
-"Eso es exactamente lo que necesitamos"- dijo el gallo.
-"¡Sí, sí, y cómo me gustaría que estuviéramos allí!"- comentó el burro.
Entonces los animales se reunieron para planear como sacar a los ladrones de la casa, y al rato concibieron un plan. El burro se pararía en la ventana, con sus patas delanteras apoyadas en el marco, el perro se subiría en la espalda del burro, el gato iría sobre el perro, y por último el gallo quedaría encima de la cabeza del gato.
Cuando eso estuvo hecho, a una señal ellos empezarían a hacer su música juntos: el burro rebuznando, el perro ladrando, el gato maullando, y el gallo cantando. Entonces se resbalaron sobre la ventana, quebraron el vidrio y cayeron dentro de la habitación. Con semejante horrible ruido, los ladrones se levantaron como un resorte, pensando solamente que un fantasma había llegado, y corrieron velozmente y con gran nerviosismo y se internaron en el bosque.
Y ahora, los cuatro viajeros se sentaron a la mesa, muy contentos con lo que había quedado, y comieron como si fueran a estar en ayunas por un mes.
Una vez satisfechos los cuatro, apagaron la luz, y cada uno buscó un lugar donde acomodarse adecuadamente a su condición natural. El burro se echó sobre unas pajas en el patio, el perro detrás de la puerta, el gato sobre el borde la chimenea, cerca de las cenizas tibias, y el gallo se subió sobre una viga del techo, y cansados como estaban, pronto se durmieron.
Pasada la media noche, los ladrones notaron que la luz ya no estaba encendida en la casa, y se veía tranquila, por lo que el capitán dijo:
-"No debemos dejarnos asustar por nuestra imaginación"-, y ordenó a uno de ellos que fuera a examinar la casa.
El mensajero fue encontrando todo quieto, fue a la cocina a encender una candela, y creyendo que los brillantes ojos del gato eran carbones vivos, encendió un fósforo para alumbrarlos. Pero el gato no comprendía el asunto, y se le lanzó a la cara, abofeteándolo y arañándolo. Él quedó terriblemente asustado y corrió a la puerta trasera, pero el perro que estaba allí se levantó y le mordió su pierna, y cuando corría por el patio, por donde estaba la paja, el burro le dio una certera patada. El gallo, que se había despertado por el ruido, y ya con plena conciencia, cantó desde la viga:
-"¡Quí qui ri kííí...!"-
Y así, el ladrón regresó corriendo y cojeando, lo más rápido que pudo donde el capitán, y dijo:
-"¡Uy!, hay una espantosa bruja metida en la casa, que me abofeteó y me arañó la cara con sus largas uñas, y por la puerta había un hombre con un puñal, que me lo clavó en la pierna, y en el patio había un monstruo negro que me golpeó con un palo de madera, y encima, sobre el techo, estaba un juez que gritaba:
-"¡Tráemelo aquííí...!-, así que me largué tan rápido como pude.
Después de todo aquello, los ladrones ya no confiaron más en esa casa, pero les quedó tan bien a los músicos de Bremen, que ya no quisieron salir de ella nunca más. Y la boca de quien contó de último esta historia, está aún tibia.
Enseñanza:
Nunca hay que despreciar a quienes después de haber dado todo su esfuerzo en su vida, llegan a la natural vejez.
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