viernes, 22 de mayo de 2015

Pulgarcito





Había una vez un pobre campesino que se sentaba al anochecer junto al hogar y lo encendía, y su esposa se sentaba e hilaba. Entonces dijo él:
-"¡Qué triste es que no tengamos niños! Con nosotros todo es tan calmo, y en otras casas hay bullicio y vida."-
-"Cierto"- replicó la esposa suspirando, -"aún si tuviéramos solamente uno, y si fuera pequeñito, tan grande como un pulgar, yo estaría satisfecha, y lo amaríamos con todo nuestro corazón."-
Y sucedió que la mujer quedó embarazada, y siete meses después dio a luz a un niño, que era perfecto en su forma, pero no más grande que un pulgar. Entonces ellos dijeron:
-"Es como deseamos que fuera, y será nuestro amado niño."-
Y por motivo de su tamaño, lo llamaron Pulgarcito. Ellos le proveyeron de todo alimento, pero el niño no crecía de talla, si no que seguía del mismo tamaño, pero tenía unos ojitos vivaces, y pronto mostró ser una creatura hábil y entendida, y todo lo captaba perfectamente.
Un día el campesino se preparó para ir al bosque a cortar leña, cuando pensando en voz alta dijo:
-"¡Cómo desearía que hubiera alguien que pudiera llevarme la carreta!"-  
-"Oh padre"- gritó Pulgarcito, -"enseguida yo te llevo la carreta, confía en eso, la tendrás en el bosque en el momento apropiado."-
El hombre sonrió y dijo:
-"¿Cómo podría ser, tú tan pequeño manejando los caballos con las riendas?"-
-"Eso no es problema, padre, si mi madre les pone los arreos, yo me sentaré en la oreja del caballo y le iré diciendo qué rumbo tomar."-
-"Bien"- dijo el hombre, -"por esta vez lo intentaremos"-
 Cuando llegó el momento, la madre alistó la carreta con el caballo, y colocó a Pulgarcito en la oreja del caballo. Y entonces la creatura gritó:
-"¡Arre! ¡Arre!"-  
Todo sucedió apropiadamente como si fuera manejada por el patrón, y la carreta iba por el camino correcto hacia el bosque. Y pasó que al doblar en una esquina, cuando el pequeño iba gritando -"¡Arre! ¡Arre!"- dos extraños hombres se acercaron. 
-"¡Por Dios! dijo uno de ellos, -"¿Qué es esto? ¡una carreta que va caminando, y se oye a un carretero arreando al caballo pero no se ve a nadie!"-
-"Algo no calza"- dijo el otro, -"sigamos a la carreta y veamos a donde para."-   
La carreta, sin embargo, se internó dentro del bosque, y llegó exactamente adonde la leña había sido cortada. Cuando Pulgarcito vio a su padre, le gritó:
-"Ves padre, aquí estoy con la carreta, bájame por favor."-
El padre sostuvo al caballo con su mano izquierda, y con la derecha sacó a su pequeño hijo de la oreja. Pulgarcito se sentó graciosamente en una rama, pero cuando los dos hombres lo vieron, no supieron que decir por el asombro. Entonces uno de ellos se acercó al otro y le dijo:
-"Hark, ese pequeñín puede traernos una gran fortuna si lo exhibimos en una gran ciudad por dinero. Comprémoslo."-
Ellos fueron donde el campesino y le dijeron:
-"Véndanos a ese hombrecito. Será bien tratado por nosotros."-
-"No"- replicó el padre, -"él es la luz de mis ojos, y ni todo el oro del mundo podría comprármelo."-
Pulgarcito, sin embargo, cuando oyó acerca del negocio, agarrándose de la tela del abrigo de su padre, subió hasta el hombro y le susurró en el oído:
-"Padre, déjame ir, y yo volveré pronto"-
Entonces el padre fue con él donde los dos hombres, y recibió un buen puñado de dinero.
-"¿Dónde te sentarás?"- preguntaron ellos.
-"Oh, simplemente ponme en el ala del sombrero, y desde allí yo podré ir hacia atrás o hacia adelante mirando el paisaje, y no me caeré."-  
Ellos lo hicieron tal como lo pidió. Y cuando Pulgarcito se despidió de su padre, ellos partieron con él. Caminaron hasta que oscureció, y entonces el pequeñín dijo:
-"Bájame por favor, necesito bajar."- 
El hombre se quitó el sombrero y puso al pequeño compañero en el suelo, a la orilla del camino, y él saltó y se arrastró entre la maleza, y repentinamente se deslizó en el hueco de una cueva de ratones que él había visto. 
-"¡Buenas tardes, caballeros, pueden irse a casa sin mí!"- le gritó a los hombres, y se burló de ellos. Ellos corrieron hacia él y metieron varillas dentro de la cueva de los ratones, pero fue una labor perdida. Pulgarcito se metió más adentro aún, y cuando ya oscureció completamente, los hombres se vieron forzados a regresar a sus casas con su pesadumbre y con los bolsillos vacíos.
En cuanto Pulgarcito vio que ellos se fueron, salió del pasaje subterráneo. 
-"Es tan peligroso caminar sobre el suelo en la oscuridad"- se dijo él, -"¡tan fácil que sería quebrarse un brazo o una pierna!"-
Afortunadamente tropezó contra una concha de caracol vacía.
-"¡Gracias a Dios!"- se dijo, -"Dentro de esto puedo pasar la noche sin peligro"- y se metió en ella.
Al poco rato, cuando ya estaba a punto de dormirse, oyó a dos hombres que pasaban por allí, y uno de ellos decía:
-"¿Cómo podríamos hacer para sacarle al rico pastor su oro y su plata?"-  
-"Yo te puedo decir"- gritó pulgarcito, interrumpiéndolo.
-"¿Qué fue eso?"- dijo uno de los ladrones asustado, -"Escuché a alguien hablando."-
Ellos se mantuvieron escuchando, y Pulgarcito dijo de nuevo:
-"Llévenme con ustedes, y les ayudaré."-
-"¿Pero dónde estás?"- preguntaron.
-"Justo en el suelo, y observen de donde viene mi voz."- contestó.
Por fin los ladrones lo encontraron y lo levantaron.


 



-"¿Tú, pequeño duende, cómo tú nos vas a ayudar?"- dijeron.
-"Tengo un modo."- respondió él. -"Yo entraré a la habitación del pastor metiéndome entre las rejas, y les pasaré a ustedes lo que deseen tener."
-"Entonces ven con nosotros"- dijeron, -"y veremos que puedes hacer"-
Cuando llegaron a la casa del pastor, Pulgarcito se arrastró a la habitación, e inmediatamente gritó lo más fuerte que pudo:
-"¿Quieren tener todo lo que hay aquí?"-
Los ladrones se alarmaron, y dijeron:
-"Pero habla bajito, no vayas a despertar a alguien."-
Pulgarcito, sin embargo, actuó como si no hubiera entendido, y gritó de nuevo:
-"¿Qué es lo que quieren? ¿Quieren ustedes todo lo que hay aquí?"-
La criada, que dormía en la habitación contigua, oyó aquello y se sentó en la cama, y siguió escuchando. Los ladrones sin embargo, con su temor se habían alejado un poco, pero al final tomaron coraje y pensaron:
-"Ese pequeño pícaro quiere burlarse de nosotros."-
Ellos regresaron y le susurraron:
-"Ven, sé serio, y pásanos algo a nosotros."-
Entonces Pulgarcito de nuevo gritó tan fuerte como pudo:
-"¡En verdad que les voy a dar todo, sólo extiendan las manos!"-
La criada, que estaba escuchando, oyó eso claramente, y saltó de la cama y fue a la puerta. Los ladrones volaron, corriendo como si los persiguiera el Cazador Salvaje, pero como la criada no podía ver nada, fue a encender una luz. Cuando volvió con la luz, Pulgarcito, sin que fuera percibido, se fue al granero, y la criada, después de examinar cada rincón y no encontrar nada, se acostó de nuevo en su cama, y pensó, que después de todo, sólo había estado soñando con los ojos y oídos abiertos.
Pulgarcito había escalado en el heno y encontró un lindo lugar donde dormir. Allí intentó descansar hasta el amanecer, y luego regresar a casa donde sus padres. Pero debía pasar por otras cosas. 
¡De veras que hay mucha aflicción y miseria en este mundo! Cuando el sol salió, la criada se levantó de su cama para ir a alimentar las vacas. Su primera caminata fue dentro del pajar, donde ella tomó una paca de heno, y precisamente era en la que Pulgarcito dormía. Sin embargo, él estaba tan profundamente dormido que no se dio cuenta de nada, y no se despertó hasta que estuvo en la boca de la vaca, que lo había tomado junto al bocado de heno. 
-"¡Oh cielos!"- gritó el, -"¿Cómo sería que llegué hasta este molino?"-
Pero inmediatamente descubrió donde estaba. Entonces fue necesario tener mucho cuidado, no fuera a caer entre los dientes y ser descuartizado, pero inevitablemente fue forzado a resbalar dentro del estómago junto con el heno.
-"En esta habitación olvidaron las ventanas"- decía, -"y el sol no brilla, y ni siquiera hay una candela"- 
El cuarto no le era nada placentero, y lo peor era que, más y más heno entraba por la puerta, y el espacio se reducía más y más. Entonces, confundido en su angustia, gritó tan fuerte como pudo:
-"¡No quiero más hierba, no quiero más hierba!"-
La criada estaba en ese momento ordeñando la vaca, y cuando oyó que alguien hablaba, y no vio a nadie, y acató que era la misma voz que había escuchado en la noche, se aterrorizó tanto que saltó de su banquillo y desparramó la leche. Corrió ella donde su patrón, y dijo:
-"¡Por los cielos, pastor, la vaca está hablando!
-"¡Estás loca!"- respondió el pastor. 
Pero decidió ir él personalmente a ver que era lo que pasaba allá. Y no terminaba de llegar cuando Pulgarcito gritó de nuevo:
-"¡No quiero más hierba, no quiero más hierba!"-
Entonces el mismo pastor se alarmó, y pensó que un espíritu endemoniado se había apoderado de la vaca, y ordenó matarla. Y fue matada, pero el estómago, donde estaba Pulgarcito, fue tirado a la basura.
Pulgarcito tuvo gran dificultad en salir del paso, sin embargo tuvo éxito en hacerse de más espacio, pero justo cuando iba sacando la cabeza, una nueva dificultad se presentó. Un lobo hambriento corrió hacia allá, y se tragó el estómago de un sólo bocado. Pulgarcito no perdió el coraje.
-"Quizás"- pensó él, -"el lobo tendrá que oír lo que tengo que decirle."-
Y lo llamó desde adentro de su estómago:
 -"Querido lobo, yo sé de una magnífica fiesta para ti."-
-"¿Y adonde es que va a tener lugar?"-
-"En una casa que te indicaré. Tienes que arrastrarte por el fregadero de la cocina, y encontrarás pasteles y tocino y salchichas, y muchas otras cosas que podrás comer a tu gusto"-, y le describió exactamente la casa de su padre. 
Al lobo no hubo que repetirle eso dos veces, se estrujó lo más que pudo y entró a la casa por el vertedero, y comió hasta quedar contento de gordo. Cuando hubo terminado con todo, quiso salir de nuevo, pero había engordado tanto que no podía usar la misma vía por donde entró. 
Pulgarcito sabía que eso iba a suceder, y ahora comenzó a hacer violentos ruidos en el cuerpo del lobo, y gritaba y gritaba tan fuerte como podía. 
-"¡Haz silencio!"- decía el lobo, -"¡vas a despertar a la gente!"-
-"¿Y qué?"- replicó el pequeñín, -"has comido hasta llenarte, y yo haré también mi fiesta"-
Y una vez más comenzó a gritar con furor. Por fin, su padre y madre fueron despertados por los ruidos, corrieron al cuarto y se asomaron por la ventanilla de la puerta. Cuando vieron que había un lobo adentro, se alejaron, y el esposo trajo su hacha, y la esposa la guadaña.
 -"Ponte detrás"- dijo el hombre cuando entraron al cuarto. -"Cuando yo dé el primer golpe, si no queda muerto, córtalo y divídelo en piezas."- 
Entonces Pulgarcito que oyó las voces de su padre, gritó:
-"¡Querido padre, yo estoy aquí, dentro del cuerpo del lobo!"-
Y dijo el padre lleno de gozo:
-"¡Gracias a Dios que nuestro hijo nos ha encontrado de nuevo!"-
Y le pidió a la mujer dejar la guadaña, para que Pulgarcito no resultara herido. El hombre levantó su brazo, y dio tan certero golpe a la cabeza del lobo que éste cayó muerto. Entonces trajeron navajas y tijeras, cortaron su cuerpo y sacaron al pequeñín para afuera.
-"¡Ah!"- dijo el padre, -"que preocupación hemos tenido pensando en tu suerte."-
-"Sí padre, anduve por el mundo en tantas situaciones. ¡Gracias al cielo, ya respiro aire fresco de nuevo.!"-
-"¿Dónde estuviste, entonces?"-
-"Ay padre, estuve en una cueva de ratones, en el estómago de una vaca, y luego en el de un lobo. Ahora ya estaré con ustedes."-
-"Ya no te volveremos a vender, ni por todas las riquezas del mundo"- dijeron sus padres.
Y abrazaron y besaron a su amado Pulgarcito. Le dieron de comer y beber, y lo vistieron con trajes nuevos que habían hecho para él, pues los que llevaba se estropearon en su viaje.
Enseñanza:
Ningún tesoro puede sustituir lo que se ama profundamente.







Las Migajas en la Mesa






Un campesino dijo un día a sus mascotas:
-"Vengan al comedor y disfruten, coman de todas las migajas de pan que hay en la mesa. La señora ha salido a cumplir con algunas visitas."- 
Entonces las pequeñas mascotas dijeron:
-"No, no. No iremos. Si la señora lo llega a saber, nos castigará."-  
-"Ella no sabrá nada de esto."- dijo el campesino. - "Vengan, después de todo ella nunca les da nada bueno."-
Y los perritos, meneando sus cabecitas, dijeron de nuevo:
-"Nopi, nopi,  no iremos. Dejaremos eso donde está."-
Pero el campesino no los dejaba en paz, hasta que al fin fueron, subieron a la mesa y comieron todas las migajas que pudieron. Pero en ese momento llegó la señora, y revoloteó un pequeño látigo con gran destreza y los castigó severamente. Cuando salieron sollozando de la casa, los perritos  dijeron al campesino:
-"¡Uh, uh, uh! ¿Viste...?"-
El campesino se rió y dijo:
-"Ji, ji, ji. ¿Y no era eso lo que esperaban...?   
Y a ellos no les quedó más que salir corriendo.
Enseñanza:
 Cuando se rompe el reglamento, enseguida viene el lamento.






El Hijo Ingrato


  


Un hombre y su esposa, estaban sentados en el corredor, a la entrada de su casa, y tenían en su mesa un delicioso pollo asado para comerlo juntos. En eso el hombre vio que su anciano padre se acercaba, y rápidamente tomó el pollo y lo escondió, para que el anciano no pudiera coger nada de él. El viejito llegó, tomó una bebida y se marchó. 
Entonces el hijo quiso poner de nuevo el pollo en la mesa, pero cuando fue a cogerlo, lo que había era un enorme sapo, que se le lanzó a su cara y se quedó allí, y nunca se le despegó, y si alguien intentaba quitárselo, lo miraba maliciosamente como si estuviera a punto de lanzársele a su cara, así que nadie se aventuraba a tocarlo. Y el ingrato hijo quedó obligado a alimentar al sapo todos los días, porque si no él se alimentaba de su cara. Así, por su ingratitud. el  hombre no volvió a tener descanso en su vida.
Enseñanza:Siempre se debe respetar a padre y madre.











Los Músicos de Bremen








Un cierto hombre tenía un burro, con el cual transportó infatigablemente los sacos de maíz al molino durante muchos años, pero la fuerza del burro ya decaía, y cada día se le hacía más difícil cumplir la tarea. Entonces el hombre comenzó a considerar que tendría que deshacerse del burro. Pero el burro, sintiendo que no soplaban buenos vientos, se escapó y tomó el camino rumbo a Bremen.
-"Ahí"- pensó el burro, -"podré ser un músico de pueblo."-  
Cuando había recorrido alguna distancia, se encontró a un perro de caza echado en el camino, cansado y jadeando como quien corrió hasta más no dar. 
-"¿Por qué estás jadeando tanto, compañero?"- preguntó el burro. 
-"¡Ah!"- replicó el perro, -"como ya estoy viejo, y cada día me pongo más débil, y ya no puedo cazar como antes, mi patrón quiere terminar conmigo, así que me escapé soplado. Pero ahora, ¿cómo haré para ganarme mi pan?"-
-"Te diré una cosa"- dijo el burro, -"yo voy hacia Bremen, y voy a hacerme músico de pueblo, ven conmigo y hazte también un músico. Yo tocaré la flauta y tú golpearás el tambor"-
El perro aceptó y avanzaron hacia Bremen. 
Al cabo de un rato encontraron un gato sentado en el camino, con una cara como de tres días de ayuno.
-"Y ahora, viejo maullador, ¿qué ha estado mal contigo?"- le preguntó el burro.
-"¿Quién podría sentirse contento cuando tiene una soga en el cuello?"- contestó el gato. -"Porque ahora que me estoy poniendo viejo, y mis dientes ya no muerden bien, y prefiero estar sentado junto al fogón bien acurrucado en vez de andar detrás de algún raton, mi ama desea echarme lejos, por lo que decidí huir primero. Pero ahora los buenos consejos están escasos. ¿Hacia donde podré ir?"-
-"Ven con nosotros a Bremen. Tú sabes mucho de cantos nocturnos, podrás ser un buen músico de pueblo."-
El gato lo pensó muy bien y decidió irse con ellos.    Al cabo de un rato, los tres fugitivos llegaron a una granja, donde el gallo se había sentado sobre el portón, cantando a lo más que podía. 
-"¡Qué modo de cantar!"- le dijo el burro. -"¿Qué te sucede?"-
-"Yo he estado pronosticando buen tiempo, porque es el día en que nuestra Señora lava la ropita del pequeño Niño, y ella quiere que se seque."- dijo el gallo, -"pero para el domingo vendrán invitados, por lo que la patrona no tendrá piedad, y le ha dicho a la cocinera que quiere comerme en sopa. Y para esta tarde ya habrán cortado mi cabeza.    Por eso ahora estoy cantando a lo que más doy, mientras pueda."-  
-"Ah, pero cresta-roja"- dijo el burro, -"mejor vienes con nosotros. Vamos hacia Bremen. Encontrarás algo mejor que ser cocinado, ya que tienes muy buena voz, y si nosotros hacemos la música juntos, será de buena calidad."-
El gallo estuvo de acuerdo con el plan, y los cuatro marcharon juntos. Sin embargo no alcanzaron a llegar a Bremen ese mismo día, y al atardecer llegaron a una foresta donde pensaron pasar la noche. El burro y el perro se echaron bajo un gran árbol, el gato y el gallo se subieron a las ramas, pero el gallo decidió volar hasta la cumbre, donde se sentía más seguro. Antes de irse a dormir, el gallo miró para todo lado, y le pareció ver en la distancia un pequeño resplandor, así que llamó a sus compañeros diciendo que debería de haber una casa no muy lejos, pues ha visto su luz. El burro dijo:
-"Si es así, mejor nos levantamos y vamos hacia allá, pues el refugio de aquí no es nada bueno"-
El perro pensó que unos pocos huesos con algo de carne le caerían muy bien.
Así es que se fueron en la dirección de aquella luz, y pronto la vieron brillar más fuertemente y más grande, hasta que llegaron a una bien iluminada casa de ladrones.  







El burro, por ser el más grande, fue a asomarse a la ventana.
-"¿Qué es lo que ves, mi caballo gris?"- preguntó el gallo.
-"¿Qué es lo que veo?"- respondió el burro, -"una mesa repleta de buenas cosas para comer y beber, y ladrones sentados disfrutando de todo eso."-
-"Eso es exactamente lo que necesitamos"- dijo el gallo.
-"¡Sí, sí, y cómo me gustaría que estuviéramos allí!"- comentó el burro.
Entonces los animales se reunieron para planear como sacar a los ladrones de la casa, y al rato concibieron un plan. El burro se pararía en la ventana, con sus patas delanteras apoyadas en el marco, el perro se subiría en la espalda del burro, el gato iría sobre el perro, y por último el gallo quedaría encima de la cabeza del gato.
Cuando eso estuvo hecho, a una señal ellos empezarían a hacer su música juntos: el burro rebuznando, el perro ladrando, el gato maullando, y el gallo cantando. Entonces se resbalaron sobre la ventana, quebraron el vidrio y cayeron dentro de la habitación. Con semejante horrible ruido, los ladrones se levantaron como un resorte, pensando solamente que un fantasma había llegado, y corrieron velozmente y con gran nerviosismo y se internaron en el bosque. 
Y ahora, los cuatro viajeros se sentaron a la mesa, muy contentos con lo que había quedado, y comieron como si fueran a estar en ayunas por un mes.  
Una vez satisfechos los cuatro, apagaron la luz, y cada uno buscó un lugar donde acomodarse adecuadamente a su condición natural. El burro se echó sobre unas pajas en el patio, el perro detrás de la puerta, el gato sobre el borde la chimenea, cerca de las cenizas tibias, y el gallo se subió sobre una viga del techo, y cansados como estaban, pronto se durmieron.
Pasada la media noche, los ladrones notaron que la luz ya no estaba encendida en la casa, y se veía tranquila, por lo que el capitán dijo:
-"No debemos dejarnos asustar por nuestra imaginación"-, y ordenó a uno de ellos que fuera a examinar la casa.
El mensajero fue encontrando todo quieto, fue a la cocina a encender una candela, y creyendo que los brillantes ojos del gato eran carbones vivos, encendió un fósforo para alumbrarlos. Pero el gato no comprendía el asunto, y se le lanzó a la cara, abofeteándolo y arañándolo. Él quedó terriblemente asustado y corrió a la puerta trasera, pero el perro que estaba allí se levantó y le mordió su pierna, y cuando corría por el patio, por donde estaba la paja, el burro le dio una certera patada. El gallo, que se había despertado por el ruido, y ya con plena conciencia, cantó desde la viga:
-"¡Quí qui ri kííí...!"-
Y así, el ladrón regresó corriendo y cojeando, lo más rápido que pudo donde el capitán, y dijo:
-"¡Uy!, hay una espantosa bruja metida en la casa, que me abofeteó y me arañó la cara con sus largas uñas, y por la puerta había un hombre con un puñal, que me lo clavó en la pierna, y en el patio había un monstruo negro que me golpeó con un palo de madera, y encima, sobre el techo, estaba un juez que gritaba:
-"¡Tráemelo aquííí...!-, así que me largué tan rápido como pude.
 Después de todo aquello, los ladrones ya no confiaron más en esa casa, pero les quedó tan bien a los músicos de Bremen, que ya no quisieron salir de ella nunca más. Y la boca de quien contó de último esta historia, está aún tibia.
 Enseñanza:
Nunca hay que despreciar a quienes después de haber dado todo su esfuerzo en su vida, llegan a la natural vejez.






Un Cuento Enigmático


  




Tres mujeres fueron convertidas en flores y colocadas en el campo del jardín, pero a una de ellas le fue permitido que durante las noches podía estar en su casa como humana. Entonces, una noche, cuando ya se acercaba el día y tendría que volver a ser flor otra vez, ella le dijo a su esposo:
-"Si cuando vuelves más tarde vienes al jardín y me arrancas, quedaré libre y podré estar siempre contigo."-
Y él así lo hizo. 
Ahora, la pregunta es: -¿Cómo supo el esposo cuál era la flor correcta, si todas se veían exactamente igual, sin ninguna diferencia en su forma?
Respuesta: Como ella pasaba la noche en su casa y no en el jardín, no había entonces rocío sobre ella como sí lo había sobre las otras, y así, el esposo supo cuál era la que debía tomar.
Enseñanza:
Una adecuada observación, da una correcta solución.









Los Siete Cuervos


  





Había una vez un hombre que tenía siete hijos, y no tenía ninguna hija, aunque deseaba tener una. A los días su esposa le dio la noticia de la próxima llegada de un nuevo hijo. Y sucedió que por fin fue una niña. La dicha fue inmensa, pero la niña era pequeña y enfermiza, y tuvieron que bautizarla privadamente por motivo de su debilidad. El padre envió a uno de sus muchachos con una jarra a que fuera de prisa al pozo para que trajera agua para el bautizo. Los otros seis lo acompañaron, y como cada uno quería ser el primero en llenarla, discutiendo se les cayó la jarra en el pozo.  
Se quedaron paralizados, y no sabían que hacer, y ninguno quería volver a la casa. Como ellos no retornaban, el padre se impacientó y dijo:
-"¡De seguro se quedaron jugando y olvidaron su deber, esos irresponsables muchachos!"-
Él se atemorizó tanto de que la niña muriera sin ser bautizada, que en su angustia gritó:
-"¡Desearía que todos esos muchachos se convirtieran en cuervos!"- 
No había terminado de pronunciar esas palabras cuando escuchó un escandaloso ruido de alas en el aire sobre su cabeza, miró hacia arriba y vio a siete negros cuervos alejándose. Los padres no podían creer aquello, y muy tristes con la pérdida de sus siete hijos, se consolaban con la existencia de su pequeña hija, que pronto se restableció y fue creciendo sana y bondadosa.  
Por un largo tiempo, ella no supo que tenía hermanos, pues sus padres se cuidaban de no mencionarlo en su presencia. Pero un día, accidentalmente escuchó a otra gente hablando de ella:
-"Que la  muchacha era ciertamente encantadora, pero que en realidad era la culpable de la mala fortuna que habían tenido sus siete hermanos."-  
Entonces ella se sintió acongojada, y fue donde sus padres y preguntó si era cierto que ella tenía hermanos, y que qué había sido de ellos. Los padres no pudieron ocultar más el secreto, pero que lo que les había sucedido a sus hermanos fue la voluntad del cielo, y que su nacimiento solamente fue una causa inocente de aquello.
Pero la joven tomó todo eso a pecho diariamente, y pensó que tenía que salvar a sus hermanos. Ella no tenía descanso ni paz hasta que secretamente se fue, y salió hacia el ancho mundo para encontrar la pista de sus hermanos y liberarlos, le costara lo que fuera. No llevaba nada con ella, a excepción de un pequeño anillo de sus padres como amuleto, un bollo de pan contra el hambre, una pequeña botella de agua contra la sed y una pequeña silla como provisión contra el cansancio.
Y ella avanzaba continuamente hacia adelante, lejos y más lejos, hacia el puro final del mundo. Y llegó hasta donde el sol, pero era muy caliente y terrible, y devoraba a los niños pequeños. Rápidamente ella corrió, y fue hacia la luna, pero era muy helada, y también horrible y maliciosa, y cuando la vio a ella, dijo: 
-"Me huele, me huele a carne humana."- 
Con eso ella escapó velozmente y llegó hasta las estrellas, que fueron amables y buenas con ella, y cada una de ellas estaba sentada en su propia sillita particular. Pero la estrella matutina se levantó, y le dio el hueso de una pata de pollo, y dijo:  
-"Si tú no tienes ese hueso, no podrás abrir la Montaña de Cristal, y es en esa montaña donde están tus hermanos."-
La joven tomó el hueso, lo envolvió cuidadosamente en una manta, y siguió adelante hasta llegar a la Montaña de Cristal. La puerta estaba cerrada, y pensó que debería sacar el hueso, pero cuando desenvolvió la manta, estaba vacía, y se dio cuenta de que había perdido el regalo de la buena estrella.
¿Qué debería hacer ahora? Ella deseaba rescatar a sus hermanos, y no tenía la llave de la Montaña de Cristal. La buena hermana tomó un cuchillo, cortó uno de sus pequeños dedos, lo puso en la puerta y exitosamente se abrió. En cuanto ella entró, un pequeño enano se le acercó, quien le dijo:
-"Mi muchachita, ¿que andas buscando?"- 



 




-"Busco a mis hermanos, los siete cuervos."- replicó ella.El enano dijo:
-"Los señores cuervos no están en casa, pero si quieres esperar hasta que regresen, pasa adelante."-
Enseguida el pequeño enano trajo la comida de los cuervos, en siete platitos, y siete vasitos, y la pequeña hermana comió una pizca de cada plato, y un pequeñito sorbo de cada vaso, pero en el último vaso dejó caer el anillo que ella había cargado consigo.
De pronto ella oyó el aleteo de alas y un zumbido por el aire, y entonces el pequeño enano dijo:
-"Ahora los señores cuervos están llegando a casa."-  
Y ellos llegaron, y querían comer y beber, y buscaron sus pequeños platos y vasos. Entonces se dijeron unos a otros:
-"¿Quien habrá comido algo de mi plato? ¿Quien habrá bebido algo de mi vaso? Es la huella de una boca humana."-
Y cuando el séptimo llegó al fondo de su vaso, el anillo rodó contra su boca. Entonces lo miró, y vio que era el anillo que pertenecía a su padre y madre, y dijo:
-"Dios nos ha otorgado que nuestra hermana pueda estar aquí, y entonces quedaremos libres."-
Cuando la joven, que se había quedado observando detrás de la puerta, escuchó el deseo, avanzó hacia adelante, y en ese instante los cuervos retornaron a su forma humana de nuevo. Y se abrazaron y besaron, y regresaron felizmente a su casa.
Enseñanza:
Nunca debe de tomarse determinaciones, ni hacer amenazas, bajo un estado de enojo.






La Cenicienta




 



La esposa de un rico hombre cayó enferma, y sintiendo que ya estaba en sus últimos días, llamó a su única hija a su lado y le dijo:
-"Mi querida hija, se siempre buena y piadosa, y así el buen Dios te protegerá todos los días, y yo también velaré por ti desde el cielo y estaré cerca de ti."-
Momentos después la buena señora cerró sus ojos y partió al reino de Dios. Todos los días la joven visitaba la tumba de su madre, y lloraba, y se comportaba buena y piadosa. Cuando llegó el invierno, una gran capa de nieve se formó sobre la tumba, y cuando el sol del verano la derritió, su padre tomó a otra mujer por esposa.
La nueva mujer llegó a la casa con dos hijas, las cuales eran guapas y de lindas caras, pero viles y de negro corazón. Allí empezaron los malos tiempos para la pobre hija del señor. 
-"¿Pero se va a sentar esa estúpida gansa con nosotras en la sala?"- decían ellas, -"Si alguien quiere comer pan, que se lo gane. Que se vaya para la cocina."-
Ellas le quitaron los lindos vestidos que tenía, le pusieron un viejo delantal gris, y le dieron unos zapatos de madera.
-"¡Sólo mira a la orgullosa princesa, qué compuesta que está!"- gritaban y reían, y la llevaron a la cocina.
Allí ella tenía que hacer trabajos duros desde la mañana hasta la noche, levantarse antes del amanecer, traer el agua, encender los fuegos, limpiar, cocinar y lavar. Además de todo eso, las dos hermanas le hacían las mayores groserías que podían imaginarse - la imitaban burlonamente, le vaciaban los guisantes y las lentejas dentro de las cenizas para que tuviera que recogerlas una a una de nuevo -, y así muchas otras cosas más. Al anochecer, después de todo el trabajo que la dejaba rendida de cansancio, no tenía cama a donde ir a dormir, por lo que se acostaba entre las cenizas junto al fuego. Su padre, casi siempre ausente de la casa por su trabajo, no percibía lo que pasaba. Y como la joven siempre andaba sucia y tiznada por la ceniza, ellas le pusieron el sobrenombre de "Cenicienta".
Sucedió que un día, en uno de los viajes que el padre acostumbraba hacer, le preguntó a las hijastras si querían que les trajera algo al regreso.
-"Bellos vestidos."- dijo una.
-"Perlas y joyas."- dijo la otra.
-"¿Y tú, que deseas para ti?"- le preguntó el padre a Cenicienta.
-"Padre, corta para mí, la primer rama que te golpee el sombrero cuando vengas de regreso."-
Así pues, él compró bellos vestidos, perlas y joyas para las dos hijastras, y cuando venía para su casa, pasando por un tupido bosque, una rama de avellano pegó en su sombrero y se lo botó. Entonces cortó la rama y la cargo con él.
Al llegar a casa, dio a las hijastras lo que le pidieron, y a Cenicienta la rama del avellano. Cenicienta se lo agradeció, fue a la tumba de su madre y plantó la rama allí, y lloró tanto que las lágrimas cayeron sobre la rama y la humedeció. Y la rama creció, llegando a ser un frondoso árbol. Tres veces al día, Cenicienta iba y se sentaba bajo él, y lloraba y rezaba, y un pequeño pajarito blanco venía siempre al árbol, y si Cenicienta expresaba algún deseo, el pajarito le dejaba caer lo que ella había deseado.
Sucedió sin embargo, que el rey organizó un festival que duraría tres días, y al cual invitaba a todas la bellas muchachas del país, para que su hijo pudiera escoger a una de ellas por esposa. 
Cuando las dos hermanastras oyeron que ellas estarían en la lista, se sintieron muy complacidas, y llamaron a Cenicienta diciéndole:
-"Péinanos el cabello, cepilla nuestros zapatos y sujeta nuestras hebillas, porque vamos para el festival en el palacio del rey."-
Cenicienta obedecía, pero lloraba, porque también le gustaría poder ir con ellas al baile. Y le rogaba a su madrastra que lo hiciera.
Pero su madrastra, que no era buena ni cariñosa, como sí lo son la mayoría de las madrastras, le dijo:
-"¿Ir tú, Cenicienta? ¿Tú, que estás toda sucia y asquerosa, pretendes ir al festival?, ¡tú que no tienes vestidos ni zapatos adecuados, y pretendes ir a bailar!"- 
Sin embargo tanto insistía Cenicienta en pedirlo, que al fin dijo la madrastra:
-"He vaciado un plato de lentejas entre las cenizas para tí. Si en dos horas las has recogido todas, podrás ir con nosotras."-
La joven Cenicienta corrió hacia la puerta trasera que da al jardín, y llamó:
-"¡Hola!, ustedes mansas palomitas, ustedes pequeñas tortolitas, y ustedes pajaritos del cielo, vengan y me ayudan a recoger lentejas:
        " Las buenas al tazón,
          las malas al montón." "- 

Entonces dos palomas blancas entraron por la ventana de la cocina, y detrás las tortolitas, y por último todos los pajaritos que volaban cerca, y llegaron zumbando y en tropel y se colocaron junto a las cenizas. Y las palomas movían sus cabezas y comenzó el pic, pic, pic. Y todos los demás también estaban con el pic, pic, pic, y recogieron todos los granos y los colocaron en el plato.
Difícilmente había transcurrido una hora cuando ya habían terminado, y salieron de la cocina. Entonces Cenicienta llevó el plato donde la madrastra, e iba contenta, pensando que ahora sí que la dejaría ir al festival. Pero la madrastra dijo:
 -"¡Ah no, Cenicienta!, tú no tienes vestidos y así no puedes bailar. Sólo serías motivo de risas."-
Y como Cenicienta lloró por eso, la madrastra dijo:
-"Si puedes sacar de las cenizas otros dos platos de lentejas que tienen mezcladas, y me las muestras en menos de una hora, podrías ir con nosotras."-
Y la madrastra pensó para sí:
-"¡Eso sí que no lo podrá hacer!"
En cuanto la madrastra mezcló los dos platos de lentejas con la ceniza, la joven corrió de nuevo a la puerta que da al jardín y gritó:
-"¡Hola!, ustedes mansas palomitas, ustedes pequeñas tortolitas, y ustedes pajaritos del cielo, vengan y me ayudan a recoger lentejas:
        " Las buenas al tazón,
          las malas al montón." "-

Entonces dos palomas blancas entraron por la ventana de la cocina, y detrás las tortolitas, y por último todos los pajaritos que volaban cerca, y llegaron zumbando y en tropel y se colocaron junto a las cenizas. Y las palomas movían sus cabezas y comenzó el pic, pic, pic Y todos los demás también estaban con el pic, pic, pic, y recogieron todos los granos y los colocaron en el plato, y antes de media hora habían terminado y volaron hacia afuera de nuevo. Entonces la joven llevó los platos a la madrastra, y toda contenta pensando que ahora sí iría al festival con ellas. Pero la madrastra dijo:
-"¡Nada de eso te ayudará, no irás con nosotras, ya que no tienes vestidos para bailar, y nos avergonzaríamos de ti!"-
Y volviola espalda a Cenicienta, y salió presurosa junto con su dos orgullosas hijas.
Como ya no había nadie más en la casa, Cenicienta fue a la tumba de su madre bajo el árbol de avellanas, y gritó:
-"Tirita y tiembla, arbolito, te lo pido a tí,
   oro y plata tírame a mí."-

Entonces un pájaro le tiró un vestido de oro y plata, con bordados de fina seda. Y ella se colocó el vestido y corrió al festival. Sus hermanastras y su madrastra no la reconocieron, y creyeron que sería una princesa extranjera, ya que se veía tan bella con aquel vestido de oro y plata. Ellas nunca la relacionaron con Cenicienta, y más bien la imaginaban sentada en la cocina de la casa, toda sucia, recogiendo lentejas de las cenizas.
El príncipe fue a conocerla, la tomó de la mano y bailó con ella. Él no quiso bailar con ninguna otra joven, y nunca le soltó la mano, y si alguien venía a invitarla, él decía:



 


-"Ésta es mi compañera."-
Ella bailó hasta el atardecer, y entonces quiso regresar a casa. Pero el hijo del rey le dijo:
-"Yo iré contigo y te acompañaré."-, pues quería saber a que familia pertenecía la bella joven.
Sin embargo ella logró escabullirse de él, y se metió en un palomar. El hijo del rey esperó a que llegara un leñador que había llamado, y entonces le contó que la extraña joven había saltado hacia el palomar.   El viejo hombre pensó:
-"¿Quién podrá ser?"
Y mandó a que le trajeran un hacha y un pico, y él tiró en pedazos el palomar, pero no encontraron a nadie adentro. Y cuando todos llegaron a la casa, Cenicienta yacía en sus sucios vestidos, y una débil lámpara de aceite alumbraba la habitación, pues Cenicienta había saltado rápidamente por la parte trasera del palomar y corrió al arbolito de avellanas, y allí se quitó el vestido de oro y plata y lo colocó sobre la bóveda, y la paloma se lo llevó de allí. Luego ella se fue a la cocina y se colocó entre las cenizas con su usual gris vestimenta.
Al día siguiente, cuando el festival comenzó de nuevo, y su madrastra y hermanas se habían marchado, Cenicienta fue al avellano y dijo:
 -"Tirita y tiembla, arbolito, te lo pido a ti,
   oro y plata tírame a mí."- "-

Entonces el pájaro le tiró ahora un vestido mucho más bonito que el del día anterior. Y cuando Cenicienta apareció en el festival con ese vestido, todo el mundo quedó maravillado de su presentación. El hijo del rey había esperado hasta que ella llegara, e inmediatamente tomó su mano y bailó únicamente con ella. Cuando alguien venía a invitarla, él decía:
-"Ésta es mi compañera."-  
Cuando llegó el atardecer ella quiso retirarse, y el hijo del rey la siguió, pues quería ver en que casa se introducía. Pero ella se escapó rápido de él, y entró a un jardín detrás de una casa. Había allí un bello y alto árbol del cual colgaban magníficas peras. Ella subió tan ágilmente las ramas como una ardilla, que el hijo del rey no pudo saber exactamente por dónde se fue. Y esperó a que llegara otra vez el leñador, y entonces le contó que creía que la extraña joven había subido al árbol de peras. El viejo hombre pensó:
-"¿Quién podrá ser?"
Y tomando el pico y el hacha, derribó al árbol, pero no había nadie allí. Y en casa de Cenicienta, cuando todos llegaron a la cocina, Cenicienta estaba allí, entre las cenizas, como siempre, ya que ella había saltado por el lado opuesto del peral, y entregado el bello vestido a la paloma en el avellano, y puesto sus grises ropas de nuevo.
 Al tercer día, cuando todos se habían marchado, Cenicienta fue otra vez más a la tumba de su madre y dijo al árbol:
 -"Tirita y tiembla, arbolito, te lo pido a ti,
   oro y plata tírame a mí."-

Y ahora el pájaro le tiró otro vestido aún más esplendoroso y lujoso que jamás hubiera tenido, y las zapatillas eran de oro. Y cuando llegó al festival con aquella vestimenta, todo el mundo quedó mudo de la impresión. El hijo del rey de nuevo sólo bailó con ella, y si alguien llegaba a invitarla, le decía:
-"Ella es mi compañera."-  
Al llegar otra vez el atardecer, Cenicienta quiso retirarse, y el hijo del rey estaba ansioso de acompañarla, pero ella escapó tan rápido que no pudo seguirla. Sin embargo, el hijo del rey, había pensado en una estrategia, y había llenado las escaleras con resina, y cuando ella bajaba las gradas, la zapatilla izquierda se quedó pegada. El hijo del rey la recogió, y era pequeña y fina, toda de oro.   Al día siguiente fue donde el rey y le dijo:
-"Ninguna joven, sino solamente aquella a quien le calce esta zapatilla de oro podrá ser mi esposa."-
Al saberse la noticia, las dos hermanas se regocijaron, pues tenían un bonito pie. Cuando el hijo del rey, en su recorrido, llegó a la casa de Cenicienta, la mayor fue a su habitación con la zapatilla a tratar de colocársela, y su madre estaba con ella. Pero le fue imposible ajustar el dedo gordo del pie, y la zapatilla era demasiado pequeña para ella. Entonces su madre trajo un cuchillo y le dijo:
-"Córtate el dedo, que cuando seas la reina, no necesitarás andar más a pie."-
La muchacha se cortó el dedo,    y forzó el pie dentro de la zapatilla, y soportando el dolor, fue donde el hijo del rey. Entonces él la montó en su caballo como novia, y salió con ella. Pero sin embargo, tenían que pasar por la tumba, y allí, en el avellano, estaban las dos palomas que gritaban:
-"Voltea y vuelve a ver,
   hay sangre en el zapato,
   muy grande es el pie,
   y en casa está aún tu mujer"- 

Entonces el bajó la mirada y vio cómo salía sangre del zapato. Volteó hacia atrás a su caballo, y llevó a la falsa novia de regreso a su casa, y dijo que esa no era la verdadera, y que la otra hermana debería medirse la zapatilla. Entonces ella fue a su habitación y sus dedos calzaban bien en la zapatilla, pero su talón era demasiado largo. Y su madre de nuevo tomó el cuchillo y le dijo:
-"Córtate un poco ese talón, pues cuando seas reina, no necesitarás andar más a pie."- 
 La hija se cortó un pedazo del talón, soportó el dolor, y fue a la presencia del hijo del rey. Y la montó en su caballo como su novia, y se fue con ella. Pero cuando pasaban el avellano, las dos palomas sentadas en él, gritaron:
-"Voltea y vuelve a ver,
   hay sangre en el zapato,
   muy grande es el pie,
   y en casa está aún tu mujer"- 

Él miró hacia abajo al pie de ella y vio cómo salía sangre de la zapatilla y cómo le había manchado su media blanca. Entonces giró a su caballo y llevó a la falsa novia de nuevo a su casa.
-"Ésta no es la correcta"- dijo él, -"¿No tienes otra hija?"- preguntó al padre.
-"Bueno..."- dijo el hombre, -" hay aún una pequeña y tímida hija en la cocina, que mi anterior esposa me dejó, pero es imposible que ella pueda ser la novia."- 
El hijo de rey dijo que fueran por ella, pero la mujer exclamó:
-"¡Oh, no, ella está muy sucia, y no puede presentarse así!"-
El insistió decididamente, y tuvieron que llamar a Cenicienta. Ella primero se lavó sus manos y su cara, y entonces se reverenció ante el hijo del rey, quien le dio la zapatilla de oro. Ella se sentó serenamente en una banca, sacó su pie del pesado zapato de madera y lo puso en la zapatilla, que calzó como un guante.
Y cuando ella se levantó y el hijo del rey la miró a la cara, reconoció a la bella joven que bailó con él y gritó entusiasmado:
-"¡Ésta es la verdadera novia!"-
Y además, Cenicienta sacó la otra zapatilla que guardaba en su delantal y se lo puso emocionadamente.
La madrastra y las dos hijas quedaron aterrorizadas y se pusieron pálidas y rabiosas. Él, sin más que hacer, montó a Cenicienta en su corcel, y salió con ella. Cuando pasaban por el avellano, las dos palomas cantaron:
-"Voltea y vuelve a ver,
   no hay sangre en el zapato,
   muy exacto es el pie,
   y contigo viaja tu mujer"- 

y una vez que dijeron eso, las dos palomas volaron hacia ellos y se posaron en los hombros de Cenicienta, una a la derecha, otra a la izquierda, y allí siguieron todo el viaje.
Cuando llegó el día de celebrar la boda del hijo del rey, las dos hermanastras llegaron y buscaron obtener el favor de Cenicienta y compartir su buena fortuna. Y cuando la pareja de novios iba hacia la iglesia, la mayor se colocó al lado derecho y la menor al lado izquierdo de Cenicienta, pero entonces las palomas empezaron a picotearlas y a ensuciarlas sin descanso. De ese modo castigaron a las hermanas por su maldad y falsedad, quedando ellas con las cicatrices por muchos días.   Sin embargo, por tener gran corazón, Cenicienta las perdonó sinceramente y las ayudó a llevar una vida digna, junto con su padre y su madrastra.
Enseñanza:
No se debe despreciar al humilde, siempre tiene tesoros que no se ven.