viernes, 27 de febrero de 2015

La Zorra y el Caballo

 

 

Un hacendado tenía un fiel caballo que había envejecido, y como no podía ya hacer el trabajo, no le daba nada para comer y le dijo:
-"Ciertamente que ya no haré más uso de ti, pero siempre te tengo cariño. Si tú me demuestras suficiente fortaleza como para traerme un león, te mantendré por el resto de tus días, pero por ahora, sal del establo."-
Y terminando de decirlo, lo echó al campo abierto. El caballo quedó triste, y se metió al bosque buscando protegerse un poco del clima. Entonces lo encontró una zorra y le dijo:
-"¿Por qué estás tan cabizbajo, y andas tan solitario?"-
-"¡Caray!"- replicó el caballo, -"la avaricia y la fidelidad no conviven bien en la misma casa. Mi amo ha olvidado todos los servicios que le brindé por tantos años, y como ahora ya no puedo arar tan bien, no me dará más comida, y me ha sacado del establo."-
-"¿Y no te ha dado ninguna otra oportunidad?"- preguntó la zorra.
-"Sí, pero una muy mala oportunidad. Dijo él, que si yo tenía suficiente fuerza como para llevarle a él un león, él me mantendría, pero él sabe muy bien que yo no puedo hacer eso."-
Y le contestó la zorra:
-"Yo te ayudaré, solamente tírate al suelo, estírate como si estuvieras muerto, y no te muevas para nada"-
El caballo obedeció las instrucciones, y la zorra fue donde el león, quien tenía su cueva no muy lejos de ahí, y le dijo:
-"Hay un caballo muerto en el suelo por aquí cerca, ven conmigo y tendrás una rica cena."-
El león la siguió, y cuando llegaron donde estaba el caballo, le dijo la zorra:
-"La verdad es que este sitio no es nada confortable para tí, lo mejor será que yo amarre su cola a la tuya, y así lo arrastras hasta tu cueva donde lo devoras cómodamente en paz."-
La sugerencia le pareció muy buena al león y se sentó en el suelo junto a la cola del caballo, y para que la zorra pudiera atar ambas colas rápidamente, se quedó muy quietecito. Pero la zorra retorció y ató las colas tan bien y tan fuertemente que ninguna fuerza las desataría. Una vez que terminó el trabajo, ella palmeó al caballo en el hombro y le dijo suavemente:
-"¡Jala caballo, jala!"-
Dándole las gracias, se levantó el caballo como un resorte y arrastró al león tras de sí. El león comenzó a rugir tan fuerte que todos los pájaros volaron aterrorizados, pero el caballo no se amedrentó y lo dejó rugir, y así lo arrastró por todo el bosque hasta llegar a la casa del amo. Cuando el amo vio al león, tuvo una mejor opinión, y le dijo al caballo:
-"Te quedarás conmigo y la pasarás muy bien."-
Y en efecto, le dio abundante comida hasta el último de sus días.
Enseñanza:
Al adulto mayor, que ya no puede realizar las tareas de antaño, debe de respetársele y de llenársele sus necesidades, ya que el esfuerzo de toda su vida, directa e indirectamente, ha sido entregado a las siguientes generaciones, quienes ahora disfrutan de dicho esfuerzo.

El Rey Rana

   

Hace muchos años, cuando el desear aún le ayudaba a uno, vivía un rey cuyas hijas eran todas buenas doncellas, pero la más joven era tan bondadosa, que el mismo sol, que ha visto tanto, se detenía cada vez que iluminaba su camino. Cerca del castillo del rey, había una inmensa y oscura selva, y bajo un viejo árbol de lima había un pozo, y cuando el día esta muy caliente, la hija menor del rey iba a la selva a sentarse junto a la fresca fuente, y cuando se aburría, tomaba una bola de oro y la tiraba alto para capturarla. Y esta bola era su juguete favorito.  
Pero sucedió que en una ocasión la bola no llegó a las manos que la esperaban, sino que cayó al suelo y rodó hasta caer en el pozo. La hija del rey la siguió con sus ojos, hasta que desapareció. Y el pozo era profundo, tan profundo que no se alcanzaba a ver el fondo. Ella empezó a llorar, y a llorar más alto y más alto sin llegar a sentir consuelo. Y mientras se lamentaba oyó que alguien le decía:    
-"¿Que te sucede, hija del rey?, te lamentas tanto que hasta las piedras te mostrarían piedad"-
Ella miró alrededor buscando hacia donde venía la voz, y vio a una rana sacando del agua su gran cabeza.
-"¡Ah!, vieja corredora de aguas, ¿eres tú?"- preguntó.- "Estoy llorando por mi bola de oro, que cayó dentro del pozo"- concluyó diciendo.
-"Quédate tranquila y no llores más"- contestó la rana. "Yo te puedo ayudar, pero ¿que me darás a cambio si te regreso ese juguete de nuevo?"-
-"Lo que tú quieras, querida rana"- dijo ella. -"Mis vestidos, mis perlas y joyas, y hasta la corona de oro que llevo puesta"-
La rana respondió: -"No me interesan tus vestidos, tus perlas o joyas, ni la corona de oro, pero si me amaras y me dejaras ser tu compañera y socia de juegos, y sentarme contigo en tu mesa, y comer de tu plato de oro, y beber de tu vaso, y dormir en tu cama junto a tí. Si tú me prometes cumplir todo eso, yo bajaré y traeré acá de regreso tu bola de oro."-  

-"Oh, claro" - dijo ella, -"yo te prometo cumplir tus deseos, si me regresas la bola"-
Ella sin embargo pensaba: -"¡Cómo habla esa tonta rana! ¡Ella vive en el agua junto a las otras ranas y sapos y no podría ser compañera de ningún ser humano!"-
Pero la rana, una vez recibida la promesa, metió su cabeza en el agua y se sumergió profundamente, y momentos después subía nadando trayendo en su boca la bola, y la tiró en el zacate. La hija del rey quedó encantada de ver una vez más de nuevo a su juguete, y recogiéndola corrió con ella. 
-"¡Espera, espera!"- gritaba la rana.     -"¡Llévame contigo, que no puedo correr como lo haces tú!-
Pero ¿de qué le serviría gritar, aún con su croak, croak, tan fuerte como podía? Ella no la escuchaba, y corrió a su aposento y pronto olvidó a la pobre rana, que se vio obligada a regresar al pozo de nuevo.
Al día siguiente, cuando se sentó a la mesa con el rey y los cortesanos, y había empezado a comer en su plato de oro, algo llegó brincando y sonando splash, splash, a las gradas de mármol, y cuando llegó arriba, tocó a la puerta y gritó:
-"Princesa, la más joven de las princesas, ábreme la puerta a mí."-
Ella corrió a ver que había afuera, pero cuando abrió la puerta, encontró a la rana sentada al frente. Entonces ella tiró la puerta a toda prisa, y regresó a sentarse a la mesa y quedó muy asustada. El rey vio que estaba sumamente alterada y que su corazón latía fuertemente y le preguntó:
-"Mi muchachita, ¿qué es lo que te asustó tanto?, ¿está por casualidad un gigante afuera que quiere raptarte y llevarte lejos?"-
-"Oh, no"- replicó ella. -"No es un gigante, sino una horrible rana"-
--"¿Y qué hace una rana contigo?"-  
-"Ah, mi querido padre, ayer yo estaba en la foresta, sentada junto al pozo, jugando con mi bola de oro, cuándo ésta cayó a lo profundo del pozo. Y como yo lloraba mucho, la rana me la regresó, y como ella insistía, yo le prometí que podía ser mi compañera, ¡pero nunca pensé que sería capaz de alejarse de sus aguas! Y ahora está ahí afuera, esperando que la ingrese conmigo."-

Mientras tanto la rana tocó a la puerta por segunda vez, y gritaba:
-¡Princesa! ¡La más joven de las princesas!
¡Ábreme a mi la puerta!
¿Recuerdas lo que me dijiste
ayer en las frescas aguas de la fuente?
¡Princesa, la más joven princesa!
¡Ábreme a mi la puerta!

Entonces dijo el rey:
-"Lo que tú has prometido, debes cumplirlo. Ve y déjala entrar"-
Ella fue y abrió la puerta, y la rana saltó y la siguió a ella, paso a paso, hasta su silla. Entonces, cuando la princesa se sentó, la rana gritó:
-"Levántame para estar a tu lado."-
Ella no actuaba, hasta que el rey le ordenó hacerlo. Cuando la rana ya estaba en la silla, le pidió estar en la mesa, y una vez en la mesa dijo:
-"Ahora, empuja tu plato de oro más cerca de mí de modo que podamos comer juntos."-
Ella lo hizo, pero fue fácil ver que lo hacía sin su voluntad. La rana disfrutó de la comida, pero casi todos los bocados que la princesa tomaba, la estremecían. Al final dijo la rana:
-"Ya he comido y estoy satisfecha; ahora estoy cansada, llévame a tu dormitorio, alista tu sedosa cama, y ambos iremos a dormir."-   
La hija del rey empezó a llorar, porque tenía miedo de la fría rana que ella no quería tocar, y que iba ahora a dormir en su preciosa y limpia cama. Pero el rey se molestó y dijo:
-"Aquel que te ayudó cuando estuviste en apuros, no debe ser decepcionado por tí."-
Así que ella tomó a la rana con sólo dos dedos, la llevó arriba y la puso en una esquina. Pero cuando ella se metió a su cama, la rana sigilosamente se le acercó y le dijo:
-"Estoy cansada, quiero dormir tan bien como tú, levántame o se lo diré a tu padre."-
Entonces ella se enojó terriblemente, la tomó en sus manos y la lanzó con todas sus fuerzas contra la pared.
-"Ahora te estarás quieta, odiosa rana."- dijo ella.
Pero cuando cayó al suelo ya no era una rana, sino un encantador príncipe de bellos modales.
Ahora, él, por decisión de ella y de su padre, es su compañero y esposo. Entonces él le contó cómo había sido hechizado por un malvado brujo, y cómo nadie lo había sacado nunca del pozo, excepto ella, y que mañana podrían ir juntos a su reino. Ambos fueron a dormir, y a la mañana siguiente, al levantar el sol, llegó un carruaje con ocho caballos blancos, con plumas blancas de avestruz en sus cabezas, y con arreos con cadenas de oro, y atrás venía el fiel sirviente Henry. El fiel sirviente Henry había quedado tan infeliz cuando su patrón fue convertido en rana, que se había atado tres bandas de hierro alrededor de su corazón para que no reventara de pena y tristeza. El carruaje condujo al príncipe a su reino. El fiel Henry les ayudó a ambos, y se puso a sus órdenes de nuevo, y estaba lleno de dicha por su rescate. Y cuando iban de camino, el hijo del rey escuchó que algo se quebraba atrás de él. Se volvió y gritó:
-"Hey, Henry, el carruaje se está quebrando."-
-"No, patrón, no es el carruaje. Es una banda que está sobre mi corazón, que me había puesto por mi gran dolor por su encantamiento como rana dentro del pozo. Otra y otra vez volvieron aquellos sonidos, y el hijo del rey pensaba que el carruaje se estaba quebrando, pero sólo eran las bandas que se reventaban de alrededor del corazón del fiel Henry porque su patrón era ahora libre y feliz.
Enseñanza:
Lo que se promete, siempre debe cumplirse.

El ratón campesino y el rico cortesano

Fábulas para niños. 

Las fábulas son cortas y breves narraciones literarias, normalmente en verso, que terminan siempre con un mensaje de enseñanza o moraleja de carácter instructivo, cuyos personajes casi siempre son animales u objetos ficticios.
Una buena vía para entretener y a la vez educar a los niños. Esta fábula enseña a los niños que es mejor vivir con menos pero con más seguridad y serenidad.
El ratón campesino y el rico cortesano

El ratón campesino y el cortesano

Un ratón campesino tenía por amigo a otro de la corte, y lo invitó a que fuese a comer a la campiña.
Pero como sólo podía ofrecerle trigo y yerbajos, el ratón cortesano le dijo:
- ¿Sabes amigo que llevas una vida de hormiga? En cambio yo poseo bienes en abundancia. Ven conmigo y a tu disposición los tendrás.
Partieron ambos para la corte. Mostró el ratón ciudadano a su amigo trigo y legumbres, higos y queso, frutas y miel.
Maravillado el ratón campesino, bendecía a su amigo de todo corazón y renegaba de su mala suerte.
Dispuestos ya a darse un festín, un hombre abrió de pronto la puerta. Espantados por el ruido los dos ratones se lanzaron temerosos a los agujeros.
Volvieron luego a buscar higos secos, pero otra persona incursionó en el lugar, y al verla, los dos amigos se precipitaron nuevamente en una rendija para esconderse.
Entonces el ratón de los campos, olvidándose de su hambre, suspiró y dijo al ratón cortesano:
- Adiós amigo, veo que comes hasta hartarte y que estás muy satisfecho; pero es al precio de mil peligros y constantes temores. Yo, en cambio, soy un pobrete y vivo mordisqueando la cebada y el trigo, pero sin congojas ni temores hacia nadie.

viernes, 13 de febrero de 2015

Cuentos clàsicos


Los cuentos y fàbulas de este blog son un espacio que fomenta la comprensiòn, comunicaciòn, vocabulario, fantasìa, imaginaciòn y amor por la lectura en los niños.


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Ademàs, nos enseña valores como: amor, respeto, compasiòn, ternura, gratitud, lealtad, tolerancia, amistad, solidaridad, honestidad, responsabilidad, convivencia, fe, esperanza, caridad, capacidad hologramàtica (ponerse en el lugar del otro), resiliencia o capacidad de los seres vivos para sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas, trabajo honrado, capacidad de emprender, luchar por nuestros sueños, conciencia ecològica, prudencia, sentido comùn, cultura general, empoderamiento de las mujeres y los jòvenes a nivel mundial y paz para toda la familia, ¡Bienvenidos!































El sastrecillo valiente

  

Cierta mañana de verano estaba un sastrecillo trabajando junto a su mesa a la orilla de la ventana, y se sentía con tan buen espíritu que cosía a lo que más podía.  
En eso pasó por allí una señora campesina anunciando en voz alta:
-"¡Buenas mermeladas, deliciosas mermeladas! ¡Baratas, a muy buen precio, llévenlas!"-
Eso alertó complacidamente los oídos del sastre, y asomando su delicada cabeza por la ventana gritó: 
-"¡Hey, buena señora, suba acá y saldrá de toda su mercancía!"-
La mujer subió los tres pisos hasta el taller del sastre y éste la hizo desempacar todas sus jarras. Él las inspeccionó una a una, las levantaba y las acercaba a su nariz, hasta que por fin expresó: 
-"Me parece que las mermeladas están muy buenas, así que por favor, deme 200 gramos, estimada señora, y si fuera un cuarto de kilo, estaría bien".- 
La dama, que esperaba tener una buena venta, le entregó lo que pidió, pero salió toda enojada y murmurando, por haber creído que realmente iba a venderlas todas. Y el sastrecillo contento gritó: 
-"Ahora, Dios bendiga la mermelada para mi satisfacción, y me dé salud y fortaleza".-
Y fue y sacó el pan de la canasta, cortó una pieza en dos partes y colocó la mermelada a todo lo largo. 
-"De ninguna manera que esto estará amargo" - se dijo, -"pero primero terminaré este abrigo antes de darle un mordisco".- 
Puso el pan con la mermelada hacia arriba, cerca de él, y siguió cosiendo, y en su alegría, hacía más grandes y más grandes las puntadas. Mientras tanto, el aroma de la dulce mermelada ascendía por la pared hasta donde había gran cantidad de moscas, y éstas fueron atraídas y cayeron en puños sobre ella.  
-"¡Hola!, ¿Quién las invitó?" - dijo el sastrecillo, y espantó a las moscas. 
Las moscas, que no entendían aquel lenguaje, no se fueron lejos, sino que regresaron y cada vez con más compañía. El sastrecillo por fin perdió la paciencia y tomó un trozo de tela de la caja que tenía debajo de la mesa diciendo: 
-"Esperen y verán lo que sucede" - y dio un solo golpe con la tela sin misericordia sobre ellas. 
Cuando terminó el golpe, miró y contó que no había menos de siete, bien muertas y patas para arriba.

-"¿Has visto a un tipo semejante?", - se dijo, y no dejaba de admirarse de su proeza.

 -"¡Todo el pueblo deberá saber de esto!" -
Y el sastrecillo se hizo para él mismo una cinta, la bordó con grandes letras que decían "SIETE DE UN GOLPE", y se la ciñó al pecho.
-"Pero ¿Cómo que sólo el pueblo?"- continuó diciendo.
-"Todo el mundo entero debe de saberlo"- y su corazón oscilaba de contento como la cola de un corderito. 
Ya con su cinta ceñida al pecho decidió ir adelante hacia el mundo, porque pensó que su taller era demasiado pequeño para su valor. Antes de salir, miró en la habitación para ver si había algo que pudiera llevarse consigo. Sin embargo no encontró nada, excepto un viejo queso que puso en su bolso. En frente de la puerta de salida observó un pequeño pájaro enredado entre unas ramas. Y quedó el pájaro acompañando al queso en el bolso. Tomó la calle con optimismo, y se marchó corriendo y saltando, sin sentir ninguna fatiga. El camino lo llevó hasta la cumbre de una montaña, y ahí encontró a un poderoso gigante que miraba a su alrededor sentado muy confortablemente. El sastrecillo se acercó bravíamente, y le habló diciendo: 
-"¡Buen día camarada, así que estás ahí sentado viendo tranquilamente el ancho mundo! Yo estoy exactamente en camino a recorrerlo, y deseo probar mi suerte. ¿Te gustaría acompañarme?" -  

 El gigante contempló desdeñosamente al sastre y dijo: 
"¡Tú, monigote!, ¡Tú, creatura miserable!"-
 "¿De veras?" - contestó el sastrecillo, y desabotonando su chaqueta le mostró al gigante su cinta. 
"Ahí puedes ver la clase de hombre que soy".-
 El gigante leyó, "SIETE DE UN GOLPE", y pensó que se trataba de gigantes que había matado, por lo que comenzó a sentir un poco de respeto por el pequeño individuo. Pero antes que nada, deseaba probarlo primero, y tomó una piedra en su mano y la oprimió de tal manera que hasta salió agua de ella.  
-"Haz algo semejante", - dijo el gigante, -"si es que tienes tal fuerza".-
-"¿Es eso todo?" - dijo el sastre, -"eso es un juego de niños para mí" -
Y metió su mano en el bolso, sacó el pedazo de queso y lo presionó en su mano hasta que salió abundante líquido de él. 
-"Ves"- dijo el sastre, -"estuve mejor que tú".- 
El gigante no sabía que decir y no podía creer lo que hizo aquel pequeñín. Entonces el gigante tomó una piedra y la lanzó tan alto que fue difícil seguirla con la vista. 
-"Ahora, hombrecito, haz algo semejante."-  
-"Buen tiro"- dijo el sastre, -"sin embargo después de todo la piedra cayó al suelo. Yo tiraré ahora una que nunca caerá de nuevo."-
 Y metió de nuevo la mano en su bolso, tomó al pájaro y lo lanzó al aire. El pájaro encantado con su libertad, levantó vuelo y se fue lejos sin volver jamás. 
-"Qué te pareció, compañero"-  preguntó el sastre. 
-"Ciertamente que puedes lanzar"- dijo el gigante, -"pero ahora veamos si eres capaz de cargar algo con propiedad".-
-Y llevó al sastrecillo a un grueso roble que estaba caído en el suelo y le dijo: 
-"si eres suficientemente fuerte, ayúdame a sacar este árbol del bosque".-
- "Claro"- dijo el hombrecito, -"echa el tronco en tus hombros y yo levantaré las ramas y ramitas; después de todo, es la parte más compleja."-
El gigante se echó el tronco al hombro, pero el sastre se sentó en una rama, y el gigante que no podía voltear la cabeza, tuvo que cargar todo el camino con el árbol completo y el sastrecillo atrás, según el convenio. Él iba bien feliz y contento silbando la canción "Tres marineros partieron del puerto", como si cargar el árbol fuera en verdad un juego de niños. El gigante, después de haber soportado la parte dura del traslado, ya no aguantaba más, y gritó: 
-" ¡Cuidado, que tendré que bajar el árbol!"-
 El sastre rápidamente se lanzó al suelo, agarró al árbol con sus dos manos como si lo hubiera estado cargando todo el camino, y dijo al gigante: 
-"¡Tú,  que tienes un gran cuerpo, y no puedes cargar con el árbol!"-
 Siguieron juntos el camino, y cuando pasaban por un árbol de cerezas, el gigante tomó y dobló unas ramas altas y le dijo al sastre que las sostuviera mientras cortaba algunos frutos de los más maduros y lo convidó a comer. Pero el sastrecillo era demasiado débil para sostener por sí solo la rama doblada, y cuando el gigante soltó sus manos, la rama regresó a su posición lanzando al sastre por los aires. Cuando cayó al suelo sin maltrato alguno, le dijo el gigante: 
-"¿Cómo es eso? ¿No tienes fuerza suficiente para mantener la rama doblada?"-
- "No, no es falta de fuerza"- replicó el sastrecillo. -"¿Crees que eso sería algo para un hombre que aplastó a siete de un golpe? Yo salté por encima del árbol porque había unos  cazadores disparando hacia abajo allá en la espesura. Salta tú como yo lo hice, si es que puedes hacerlo."-
El gigante hizo el intento, pero no pudo pasar encima del árbol, y más bien quedó enredado en las ramas, así que en esto también el sastre mantuvo la ventaja. El gigante dijo: 
-"Si eres tan valiente, ven conmigo a nuestra caverna y pasa la noche con nosotros."-  

 El sastrecillo aceptó y lo siguió. Cuando entraron a la cueva, estaban otros gigantes sentados a la orilla del fuego, y cada uno de ellos tenía un cordero asado en sus manos y lo comían. El sastrecillo miró alrededor y pensó: 
-"Hay mucho más espacio aquí que en mi taller."-  
El gigante le mostró una cama para que durmiera allí. La cama, sin embargo, era demasiado grande para el sastrecillo, por lo que no la usó, sino que se acomodó en una esquina. Cuando llegó la medianoche, y el gigante pensó que el sastrecillo había entrado en sueño profundo, se levantó, tomó una gran barra de hierro, y de un sólo golpe partió la cama en dos, y creyó que le había dado a aquel saltamontes su golpe final. Temprano al amanecer los gigantes se dirigieron al bosque, y ya habían olvidado al sastrecillo, cuando de pronto él caminó alegremente y con firmeza hacia ellos. Los gigantes quedaron espantados, y temerosos de que él los golpeara y dejara muertos, corrieron lo más rápido que pudieron.
Siguió entonces el sastrecillo su camino según su propósito. Después de caminar un largo trecho, llegó al jardín de un palacio real, y como se sentía cansado, se arrecostó en el zacate y se durmió. Mientras dormía, la gente llegó y lo inspeccionó por todos lados, y leyeron su cinta que decía, "SIETE DE UN GOLPE." 
-"Ah"- dijeron ellos, -"¿Qué hará aquí este guerrero en tiempos de paz? Debe de ser un poderoso señor."-
 Entonces fueron a contarle al rey, y le comentaron que si se presentara una guerra, este hombre sería muy útil y valioso, y por ningún motivo debería dejársele partir. Le pareció bien la idea al rey, y envió a uno de sus cortesanos a donde estaba el sastrecillo para ofrecerle empleo en el servicio militar en cuanto despertare. El enviado permaneció junto al sastre, y esperó hasta que él estiró los brazos y abrió sus ojos, y le habló de la propuesta. 
-"Oh sí, es por esa razón que he venido aquí"-, respondió el sastre, -"estoy listo para entrar al servicio del rey."-  
 Y fue recibido con honores y una habitación especial le fue asignada. Pero los soldados no se sentían bien con él y su deseo era más bien que estuviera a mil kilómetros de distancia.
- "¿Cuál será el final de todo esto?"- se preguntaban entre ellos. 
-"Si combatimos contra él, y le da por dar golpes, siete de nosotros caeríamos en cada oportunidad y ninguno podría mantenerse contra él."-
Al fin llegaron a una decisión: fueron todos en grupo donde el rey, y le anunciaron sus renuncias. 
-"No estamos preparados"- dijeron, -"para estar con un hombre que mata a siete de un golpe."-
El rey se entristeció que por la causa de un hombre tuviera que perder a tan fieles soldados, y deseaba que ojalá nunca hubiera puesto los ojos en el sastre y que lo mejor sería deshacerse de él. Pero no se aventuró a despedirlo, temiendo que podría rebelarse y matara a toda su gente y se colocara él mismo en su trono real. Lo pensó por mucho tiempo y al fin llegó a una determinación. Envió un mensaje al sastrecillo para ser informado de que como él era un gran guerrero, tenía una solicitud para él. 
En un bosque de su país vivían dos gigantes que causaban gran desasosiego con sus robos, asesinatos, maltratos e incendios, y nadie podía acercárseles sin poner en serio riesgo su propia vida. Si el sastre conquistaba y mataba estos dos gigantes, le entregaría a su única hija como esposa y  la mitad de su reino como dote, y además cien caballeros podrán ir con él para ayudarle en la misión. 
-"¡Eso sin duda será una gran cosa para un hombre como yo!"- pensó el sastrecillo. 
-"¡A nadie le ofrecen una bella princesa y la mitad de un reino cada día de la vida"!-
- "Oh, sí, claro"- contestó al rey, -"pronto domaré a esos gigantes, y no necesito la ayuda de esa caballería para hacerlo, porque aquél que de un golpe termina con siete, no tiene por qué temerle a solo dos."-
 El sastrecillo fue adelante, y los cien caballeros le seguían. Cuando llegó a los límites de la foresta, le dijo a sus seguidores:
-"Quédense aquí esperando, yo solito terminaré pronto con los gigantes."-
 Y se internó en la foresta mirando a izquierda y derecha. Al cabo de un rato encontró a los gigantes. Estaban durmiendo bajo un árbol, y roncaban de tal manera que las ramas subían y bajaban. El sastrecillo, sin perder tiempo, llenó dos bolsos con piedras y con ellas subió al árbol, encima de los gigantes. Cuando estaba a media altura, bajó un poco por una rama para quedar exactamente arriba de los gigantes, y entonces dejó caer una piedra y otras más sobre el pecho de uno de los gigantes. Por un rato el gigante no reaccionaba, pero al fin despertó, empujó a su compañero, y dijo:
-"¿Por qué me estás golpeando?"-
- "Seguro que estás soñando" - contesto el otro, -"no te estoy golpeando."- 
Y de nuevo se pusieron a dormir, y entonces el sastrecillo tiró una piedra sobre el segundo.
- "¿Qué significa todo esto?"- gritó.- "¿Por qué me estás tirando cosas?"-
-"Yo no te estoy tirando cosas"- contestó el primero, refunfuñando. 
Discutieron por un rato, pero como estaban cansados, se olvidaron del asunto y regresaron a sus sueños. El sastrecillo inicio su juego de nuevo, tomó la piedra más grande y la tiró con todas sus fuerzas sobre el pecho del primero. 
-"¡Eso sí que está malo!"- gritó él, y se levantó como un hombre loco, y empujó a su compañero contra el árbol hasta hacerlo oscilar. 

El otro le pagó entonces con la misma moneda, y se envolvieron en tal violencia que arrancaban a los árboles y les quebraban ramas, y se golpearon uno al otro  por tan largo rato que al fin ambos cayeron muertos al suelo al mismo tiempo. Entonces el sastrecillo bajó de un sólo brinco. 
-"Qué buena suerte"- se dijo, -"que no maltrataron el árbol en el que me encontraba sentado, si no hubiera tenido que saltar a otro como una ardilla, pero para eso nosotros los sastres somos ágiles." 
Sacó él su espada y dio un par de estocadas a cada uno de los gigantes en el pecho y caminó adonde estaban los caballeros y dijo: 
-"¡El trabajo está concluido; he dado a ambos el golpe final, aunque fue un trabajo muy duro! En su desesperación dañaron árboles, y se defendieron con ellos, pero todo eso no tiene sentido cuando se enfrentan con un hombre como yo, que mata siete de un golpe."-
- "¿Pero no esta usted herido?"- preguntó un caballero. 
-"No se preocupe en absoluto por eso"- contestó el sastre, -"ellos no tocaron ni siquiera un pelo de mi cabeza." 
Los caballeros no podían creerle e ingresaron a la foresta donde encontraron a los gigantes muertos e inundados con su sangre y gran cantidad de árboles yaciendo en el suelo.
El sastrecillo pidió al rey su recompensa, pero éste, arrepentido de su promesa buscó de nuevo ver como se deshacía del héroe. 
-"Antes de que puedas recibir a mi hija y la mitad de mi reino"- le dijo, -"debes realizar antes una hazaña heroica más. En la foresta anda un unicornio que hace mucho daño, y debes de capturarlo."-
- "Le temo mucho menos a un unicornio que a dos gigantes. ¡Siete de un golpe, es mi clase de acción!"-
 Tomó una cuerda y un hacha, se encaminó al bosque, y de nuevo le pidió a los que lo acompañaban que esperaran afuera, y se interno en la foresta. Tuvo que buscar por largo rato. De pronto apareció el unicornio que corrió directo hacia el sastre con su cuerno en posición de ataque, como si le hubieran escupido sobre su cuerno sin más ceremonia.
- "Suave, suave, no debes hacerlo así tan rápido"- dijo él, y se mantuvo estático y esperó a que el animal estuviera más cerca. 
Entonces de un ágil brinco subió al árbol. El unicornio corrió hacia el árbol con toda su fuerza y chocó su cuerno contra el árbol a tanta velocidad que se clavó profundamente y no pudo sacarlo de allí. Y en consecuencia quedó pegado al árbol. 
-"Ya tengo al pajarito"- dijo el sastre. 
Y bajó al frente del árbol, puso la soga alrededor del cuello del unicornio, y con el hacha cortó el cuerno del unicornio. Una vez todo listo, tomó a la bestia y la llevó ante el rey. El rey no quería aún cumplir su promesa, y le hizo una tercera demanda. Antes de la boda, el sastre debería capturar para él a un jabalí salvaje que hace grandes estragos en el bosque, y dijo que los cazadores pueden proveerle de la ayuda necesaria. 
-"¡Lo haré!"- dijo el sastre, -"¡eso es un juego de niños!"-
Como de costumbre, él no se llevó a los cazadores a lo interno del bosque, y ellos se complacieron de que fuera así, ya que el jabalí salvaje en muchas ocasiones los había recibido de tal manera, que no mentirían en decir que gustosamente lo esperarían afuera.
 Cuando el jabalí percibió al sastre, corrió hacia él con su boca espumando, mostrando sus filosos colmillos, y estuvo cerca de tirarlo al suelo, pero el ágil héroe corrió hacia una capilla que había ahí cerca, y de un salto entró por una ventana y salió por otra. 
Entró por la puerta el jabalí a perseguirlo, pero el sastre, dando la vuelta por fuera, cerró la puerta detrás de él, y la furiosa bestia, que era demasiado grande para salir por una ventana, quedó atrapado. El sastrecillo llamó a los cazadores para que vieran al prisionero con sus propios ojos. El héroe, sin embargo fue donde el rey, quien estaba ahora, le gustara o no, obligado a cumplir lo prometido, dándole a su hija y a la mitad de su reino. Si el rey hubiera sabido que al que tenía al frente suyo, en vez de un héroe guerrero, no era más que un sastre, se habría enfurecido muchísimo más. La boda se llevó a cabo con gran magnificencia y regocijo, y además de un sastre, un rey fue hecho. 
Algún tiempo después, la joven reina oyó a su marido que hablaba en sueños
 y decía:
- "Muchacho, termina ese traje y arregla los pantalones, si no te golpearé las orejas con la regla de medir."-
Así, ella descubrió de que nivel social provenía el joven monarca, y a la mañana siguiente fue a contarle aquello a su padre, y rogó que le ayudara a deshacerse de su marido, que no era más que un humilde sastre. El rey la confortó y le dijo:
-"Deja la puerta de la habitación abierta esta noche, y mis sirvientes estarán afuera, y cuando él se haya dormido ellos entrarán, lo amarrarán, y lo pondrán en una nave que lo llevará por todo el ancho mundo."-
La mujer se satisfizo con eso, pero un escudero del rey, que había escuchado todo, y que apreciaba mucho al joven soberano, fue a informarle del complot. 
-"Pondré mi parte en ese negocio"- dijo el sastrecillo. 
En la noche se fue a la cama con su esposa a la hora usual, y cuando ella pensó que ya estaba bien dormido, ella se levantó, abrió la puerta y se acostó de nuevo. El sastrecillo, que se hacía el dormido, comenzó a gritar en voz bien alta:
- "Muchacho, termina ese traje y arregla los pantalones, si no te golpearé las orejas con la regla de medir. Ya maté a siete de un golpe, maté a dos gigantes, traje a un unicornio y capturé a un jabalí salvaje, y no temo a esos que están afuera de mi dormitorio."-
Cuando esos hombres oyeron al sastre hablando así, les sobrecogió un gran miedo, y corrieron como si un cazador los persiguiera, y nadie más se atrevió nunca más a aventurarse en contra de él. 
Así, el sastrecillo fue rey y se mantuvo firme, hasta el fin de sus días.
Enseñanza:
Siempre vale mucho más,  maña que fuerza.


martes, 3 de febrero de 2015

Caperucita roja



Había una vez una adorable niña que era querida por todo aquél que la conociera, pero sobre todo por su abuelita, y no quedaba nada que no le hubiera dado a la niña. Una vez le regaló una pequeña caperuza o gorrito de un color rojo, que le quedaba tan bien que ella nunca quería usar otra cosa, así que la empezaron a llamar "Caperucita Roja".

Un día su madre le dijo,
-"Ven, Caperucita, aquí tengo unas flores, un pastel y una botella de vino, llévaselas en esta canasta a tu abuelita que esta enfermita y débil y esto le ayudará. Vete ahora temprano, antes de que caliente el día, y en el camino, camina tranquila y con cuidado, no te apartes de la ruta, no vayas a caerte y se quiebre la botella y no quede nada para tu abuelita. Y cuando entres a su dormitorio no olvides decirle, "Buenos días", ah, y no andes curioseando por todo el aposento."-

- "No te preocupes, haré bien todo"-, dijo Caperucita, y tomó las cosas y se despidió cariñosamente.
La abuelita vivía en el bosque, como a un kilómetro de su casa. 
Y no más había entrado Caperucita en el bosque, siempre dentro del sendero,  cuando se encontró con un lobo. Caperucita no sabía que esa creatura pudiera hacer algún daño, y no tuvo ningún temor hacia él.
-"Buenos días, Caperucita".- dijo el lobo.   
-"Buenos días, amable lobo".-
-"¿Adonde vas tan temprano, Caperucita?".-
-"A casa de mi abuelita".-
-"¿Y qué llevas en esa canasta?".-
-"Pastel y vino. Ayer fue día de hornear, así que mi pobre abuelita enferma va a tener algo bueno para fortalecerse".-
-"¿Y adonde vive tu abuelita, Caperucita?".-
-"Como a medio kilómetro más adentro en el bosque. Su casa está bajo tres grandes robles, al lado de unos avellanos. Seguramente ya los habrás visto"-, contestó inocentemente Caperucita.
El lobo se dijo en silencio a sí mismo, -"¡Qué creatura tan tierna! qué buen bocadito - y será más sabroso que esa viejita.- Así que debo actuar con delicadeza para obtener a ambas fácilmente."-
 Entonces acompañó a Caperucita un pequeño tramo del camino y luego le dijo,
-" Mira Caperucita, que lindas flores se ven por allá, ¿por qué no vas y recoges algunas? Y yo creo también que no te has dado cuenta de lo dulce que cantan los pajaritos. Es que vas tan apurada en el camino como si fueras para la escuela, mientras que todo el bosque está lleno de maravillas."-

Caperucita levantó sus ojos, y cuando vio los rayos del sol danzando aquí y allá entre los árboles, y vio las bellas flores y el canto de los pájaros, pensó, "Supongo que podría llevarle otras de estas flores frescas a mi abuelita y que le encantarán. Además, aún es muy temprano y no habrá problema si me atraso un poquito, siempre llegaré a buena hora". Y así, ella se salió del camino y se fue a cortar flores. Y cuando cortaba una, veía otra más bonita, y otra y otra, y sin darse cuenta se fue adentrando en el bosque.
Mientras tanto el lobo aprovechó el tiempo y corrió directo a la casa de la abuelita y tocó a la puerta.

-"¿Quién es?"- preguntó la abuelita.
-"Caperucita"-, contestó el lobo. -"Traigo pastel y vino. Ábreme, por favor"-
-"Mueve la cerradura y abre tú"-, gritó la abuelita, -"Estoy muy débil y no me puedo levantar"-
El lobo movió la cerradura, abrió la puerta, y sin decir una palabra más, se fue directo a donde se encontraba la abuelita y de un bocado se la tragó.
Y enseguida se puso ropa de ella, se colocó un gorro, se metió en la cama y cerró las cortinas.

Mientras tanto, Caperucita se había quedado colectando flores, y cuando vio que tenía tantas que ya no podía llevar más, se acordó de su abuelita y se puso en camino hacia ella.
Cuando llegó, se sorprendió al encontrar la puerta abierta, y al entrar a la casa, sintió tan extraño presentimiento que se dijo para sí misma, -"¡Oh Dios! que incómoda me siento hoy, y otras veces que me ha gustado tanto estar con abuelita."- Entonces gritó, 
-"¡Buenos días!"-, pero no hubo respuesta, así que fue al dormitorio y abrió las cortinas. Allí parecía estar la abuelita con su gorro cubriéndole toda la cara, y con una apariencia muy extraña.
-"¡!Oh, abuelita!"- dijo, -"qué orejas tan grandes que tienes".-
-"Es para oírte mejor, mi niña"-, fue la respuesta.
-"Pero abuelita, qué ojos tan grandes que tienes".-
-"Son para verte mejor, querida".-
-"Pero abuelita, qué brazos tan grandes que tienes".-
-"Para abrazarte mejor".-
-"Y qué boca tan grande que tienes".-
-"Para comerte mejor".-
Y no había terminado de decir lo anterior, cuando de un salto salió de la cama y se tragó también a Caperucita.
Entonces el lobo decidió hacer una siesta y se volvió a tirar en la cama, y una vez dormido empezó a roncar fuertemente.
Un cazador que por casualidad pasaba en ese momento por allí, escuchó los fuertes ronquidos y pensó: 
-"¡Cómo ronca esa viejita! Voy a ver si necesita alguna ayuda."-
 Entonces ingresó al dormitorio, y cuando se acercó a la cama vio al lobo tirado allí. 
-"¡Así que te encuentro aquí, viejo pecador!"- dijo él.- "¡Hacía tiempo que te buscaba!".-
 Y ya se disponía a disparar su arma contra él, cuando pensó que el lobo podría haber devorado a la viejita y que aún podría ser salvada, por lo que decidió no disparar. En su lugar tomó unas tijeras y empezó a cortar el vientre del lobo durmiente. En cuanto había hecho dos cortes, vio brillar una gorrita roja, entonces hizo dos cortes más y la pequeña Caperucita salió rapidísimo, gritando,
- "¡Qué asustada que estuve, qué oscuro que está ahí dentro del lobo!"-, 
y enseguida salió también la abuelita, vivita, pero que casi no podía respirar. Rápidamente, Caperucita trajo muchas piedras con las que llenaron el vientre del lobo.
 Y cuando el lobo despertó, quiso correr e irse lejos, pero las piedras estaban tan pesadas que no soportó el esfuerzo y cayó muerto.
Las tres personas se sintieron felices. El cazador le quitó la piel al lobo y se la llevó a su casa. La abuelita comió el pastel y bebió el vino que le trajo Caperucita y se reanimó. Pero Caperucita solamente pensó, "Mientras viva, nunca me retiraré del sendero para internarme en el bosque, cosa que  mi madre me había ya prohibido hacer."-
También se dice que otra vez que Caperucita llevaba pasteles a la abuelita, otro lobo le habló, y trató de hacer que se saliera del sendero. Sin embargo Caperucita ya estaba a la defensiva, y siguió directo en su camino. Al llegar, le contó a su abuelita que se había encontrado con otro lobo y que la había saludado con "buenos días", pero con una mirada tan sospechosa, que si no hubiera sido porque ella estaba en la vía pública, de seguro que se la hubiera tragado. 
-"Bueno"-, dijo la abuelita, -"cerraremos bien la puerta, de modo que no pueda ingresar".-
 Luego, al cabo de un rato, llegó el lobo y tocó a la puerta y gritó, 
-"¡Abre abuelita que soy Caperucita y te traigo unos pasteles!".-
 Pero ellas callaron y no abrieron la puerta, así que aquel hocicón se puso a dar vueltas alrededor de la casa y de último saltó sobre el techo y se sentó a esperar que Caperucita regresara a su casa al atardecer para entonces saltar sobre ella y devorarla en la oscuridad. Pero la abuelita conocía muy bien sus malas intenciones. 
Al frente de la casa había una gran olla, así que le dijo a la niña, 
-"Mira Caperucita, ayer hice algunas ricas salsas, por lo que trae con agua la cubeta en las que las cociné, a la olla que está afuera".-
 Y llenaron la gran olla a su máximo, agregando deliciosos condimentos. Y empezaron aquellos deliciosos aromas a llegar a la nariz del lobo, y empezó a aspirar y a caminar hacia aquel exquisito olor. Y caminó hasta llegar a la orilla del techo y estiró tanto su cabeza que resbaló y cayó de bruces exactamente al centro de la olla hirviente, ahogándose y cocinándose inmediatamente. 
Y Caperucita retornó segura a su casa y en adelante siempre se cuidó de no caer en las trampas de los que buscan hacer daño. 
Enseñanza:
Hijos e hijas:
Nunca anden solos por las calles y caminos. Pidan a sus padres que les acompañen. Nunca acepten ofertas que les haga cualquier persona, conocida o desconocida, si no es con el consentimiento y conocimiento de sus padres.

Padres y madres:
Acompañen siempre a sus hijos e hijas cuando tengan que trasladarse de un lugar a otro. Siempre hay "lobos" acechando para "devorar" (comprendan bien qué es "devorar") a los que andan solos o solas y descuidados. Nunca los dejen solos ni siquiera en su propia casa. Si tienen que dejarlos en compañía de alguien, que sea únicamente si quien acompaña es de absolutísimaconfianza para Uds.