lunes, 15 de diciembre de 2014

El Campesino Hildebrand

El Campesino Hildebrand   

Había una vez un campesino llamado Hildebrand y su esposa, quienes tenían una yegua muy hermosa que era muy apreciada por Hildebrand, pero no por su esposa pues a menudo intentaba darle de coces cuando ella se le acercaba. Sin embargo el médico del pueblo soñaba con llegar a tener dicha yegua. Un día de tantos en que se encontraron en la calle, dijo el médico a la esposa del campesino,
-"Mire mi querida vecina, he pensado en un modo por el cual usted puede deshacerse de la yegua que tanto le molesta y yo de llevármela. De paso haremos una celebración por tan especial evento."-
-"Le diré cómo hacer. El próximo miércoles usted guarde cama y le dice a su marido que se siente muy enferma, y se queja, y actúa correctamente como una enferma, y continúa así un par de días. Entonces le dice a su marido que necesita que la vea el médico. El me llamará, y cuando yo llegue les diré que para su cura él necesitará ir a la Colina de Ckerli en Italia, y traer unas hojas de laurel especiales para el mal de Kreuzer, y luego con ellas haremos el medicamento que la curará."-
-"Así lo haré."- dijo la mujer puntualmente.
Entonces al llegar el miércoles, la esposa del campesino guardó cama y se lamentaba según lo convenido, y su marido hizo todo lo que él sabía para poder aliviarla, pero nada servía. Al pasar dos días así, dijo la mujer,
-"Me siento tan mal como que voy a morir pronto. Quizás el médico pueda ayudarme."-
Entonces el campesino corrió a llamar al médico, quien después de algunas preguntas dijo al esposo,
-"Esto que ella tiene es el mal de Kreuzer, que para curarlo se necesitan unas hojas de laurel que solamente se consiguen en la Colina de Ckerli en Italia. Debe de ir allá a traerlas y con ellas haré el medicamento necesario."-
Y el médico le dió un saquito para que allí trajera dichas hojas.
Nadie estaba más feliz que el campesino Hildebrand, quien inmediatamente alistó sus cosas para el viaje al día siguiente.
Y al otro día, apenas salió Hildebrand, llegó el médico.
Mientras tanto veamos que sucedía con el campesino, que caminaba lo más rápido posible para llegar a su destino. Él, en el camino se encontró con un comerciante muy versado en asuntos de negocios, quien venía con su carreta y un gran canasto del mercado donde había vendido todos sus huevos.
-"¡Bendito seas!, ¿por qué llevas tanto apuro en tu caminar?"- le dijo al campesino.
-"¡Bendiciones para tí también, mi amigo!"-, contestó el campesino, -"mi esposa está enferma y el médico me recomendó que fuera a la Colina de Ckerli en Italia a traer unas hojas de laurel que son especiales para el mal de Kreuzer, y me dio un bolso para cargarlas y regresar con ellas. Por eso es mi apuro en llegar allá."-
-"Pero escúchame hombre, eres bastante ingenuo para creer tal cosa. ¿No te das cuenta de lo que eso significa? El médico quiere aprovecharse de tu ausencia para obtener algo de tu propiedad, y se ha puesto de acuerdo con tu esposa para lograrlo."-
                  
-"¡Oh Dios!", dijo el campesino, "¿Y cómo sabré si eso es cierto?"-
-"Ven"-, dijo el comerciante, -"te diré que haremos. Métete dentro de la canasta vacía de los huevos y te llevaré a tu casa, y ahí lo verás por ti mismo."-
Una vez acordado aquello, el comerciante metió al campesino en la canasta y se dirigieron a la casa.
Al anochecer, cuando llegaron a la casa, todo era fiesta allí. La mujer había cocinado carnes, había hecho tortitas y tenía bandejas de frutas frescas. El médico había traído su violín para amenizar. El comerciante tocó a la puerta y la mujer preguntó quien era.
-"Soy un comerciante, y no he podido vender mis huevos en el mercado y quiero saber si me pueden dar posada por esta noche, ya que tengo que llevarlos a casa de nuevo y son tan pesados que no podría hacerlo pues ya oscureció."-
-"Seguro mi amigo", dijo la mujer, "has llegado en un momento muy inoportuno para mí, pero ya que no puedes regresar, entra y toma asiento en el banco que está por la estufa."-
Entonces ella llevó al comerciante con la cesta que acarreaba junto a la estufa. Y la mujer y el médico estaban tan alegres como nunca. Entonces el médico dijo,
-"Oye amiga, tú que cantas maravillosamente, canta algo."-
-"Ah,"- dijo la mujer, -"ya ahora no canto bien. En mis días jóvenes en efecto que lo hacía muy bien, pero esos tiempos ya pasaron."-
-"No importa, ven, canta alguna pequeña canción."-
Entonces la mujer empezó a improvisar,
-"Ahora he enviado a mi marido,
a la Colina de Ckerli en Italia."-
 A lo que el médico replicó,
-"Y espero que tarde más de un año,
y no le pediría el saquito de laurel
y no volverá a ver a su yegüita."-
Entonces el comerciante que estaba al fondo comenzó a cantar, (pero antes les recordaré que el campesino se llamaba Hildebrand),
-"¿Qué estás haciendo, mi querido Hildebrand,
allí en el  banco tan cerca de la estufa?"-
Y el campesino cantó dentro de la canasta,
-"De ahora en adelante odiaré toda canción,
y en este cesto no me quedaré más."-
Y salió de la canasta, y con una golpiza sacó al médico de la casa.
¿Y que pasó después? Que algún vecino te lo cuente.

Enseñanza:

En toda asociación o amistad, nunca debe de usarse la traición.
 


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