lunes, 15 de diciembre de 2014

El espíritu en la botella

El espíritu en la botella  

Había una vez un pobre leñador que trabajaba duro a partir de la primera hora de la  mañana hasta la última hora de la tarde. Cuando por fin él había ahorrado un poco de dinero, dijo a su muchacho,
-"Eres mi único hijo, gastaré el dinero que he ganado con el sudor de mi frente en tu educación;  y si aprendes un poco de comercio honesto podrás apoyarme en mi vejez, cuando mis miembros se hayan puesto tiesos y me sienta obligado a quedarme en casa."-
 Entonces el muchacho fue a una Escuela Secundaria y aprendió diligentemente de modo que sus maestros lo elogiaran, y permaneció allí mucho tiempo. Cuando ya había hecho dos cursos, pero no era todavía todavía perfecto en todo, el pequeño ahorro  que el padre había ganado se había gastado, y el muchacho tuvo que regresar a casa.
-"Ah,"- dijo el padre, dolorosamente, -"no puedo darte más, y en estos tiempos duros no puedo ganar más que lo necesario para nuestro pan diario."-
-"Querido padre,"- contestó el hijo, -"no se preocupe por ello, si esto es la voluntad de Dios, todo estará a mi favor y yo me acostumbraré pronto a esta situación."-
Cuando el padre quiso ir al bosque para ayudarse a ganar dinero amontonanado, apilando y cortando madera, el hijo dijo,
-"Iré con usted y le ayudaré."-
-"No, mi hijo,"- dijo el padre, -"eso es difícil para tí ya que no estás acostumbrado al trabajo áspero, y te sería muy duro aguantarlo; además tengo sólo una hacha y ningún dinero con el cual comprar otra."-
-"Sólo ve donde el vecino,"- contestó el hijo, -"le pides prestada su hacha hasta que yo haya ganado una para mí."-
El padre entonces tomó prestada el hacha del vecino, y a la siguiente mañana, al amanecer, ambos salieron juntos hacia el bosque.
El hijo ayudó a su padre y estuvo completamente alegre y enérgico en su trabajo. Pero al llegar el medio día, el padre dijo,
-"Descansemos, y tengamos nuestra comida, y luego trabajaremos de nuevo otra vez."-
El hijo tomó su pan en sus manos, y dijo,
-"Sólo descanse usted, padre, yo no estoy cansado; andaré de arriba abajo un poco en el bosque, y buscaré nidos de aves.
-"Ah, ¿bromeas acaso?,"- dijo el padre, -"¿para qué vas a querer andar buscando aves por allí? Después te vas a sentir cansado, y ya no serás capaz de levantar tu brazo; quédate aquí, y siéntese a mi lado."-
El hijo, sin embargo, entró al bosque, comió su pan, y caminando muy contento miró detenidamente entre las ramas verdes para ver si podría descubrir nidos de aves en diversas partes. Así que fue de arriba abajo esperando encontrar algún nido de ave, hasta que por fin llegó a un gran roble de apariencia peligrosa, que ciertamente tenía ya muchos cientos de años, y que cinco hombres no podrían haber talado.
Él se estuvo quieto y lo miró, y pensó,
-"Muchas aves deben haber construido su nido aquí."-
De repente le pareció oír una voz. Él escuchó con atención y se dio cuenta que alguien gritaba con una voz muy sofocada,
-"¡Déjenme salir, déjenme salir!"-
Él miró alrededor, pero no podía descubrir nada; sin embargo, se imaginó que la voz salía de la tierra. Entonces gritó, -
-"¿Dónde estás?"-
 La voz contestó,
-"Estoy aquí abajo entre las raíces del roble. ¡Déjenme salir, déjenme salir!"-
El joven comenzó a soltar la tierra bajo el árbol, y a buscar entre las raíces, hasta que por fin encontró una botella de cristal en un pequeño hueco. La levantó y la sostuvo contra la luz, y vio a una criatura formada como una rana, que saltaba de arriba abajo dentro de ella.
-"¡Déjenme salir, déjenme salir!"- gritaba de nuevo, y el joven, sin pensar en ningún mal, quitó el corcho de la botella.
Inmediatamente un espíritu salió de ella, y comenzó a crecer, y creció tan rápido que en muy pocos momentos estuvo de pie ante el joven, un terrible compañero tan grande como la mitad del árbol junto al cual él se encontraba.
-"¿Sabes tú,"- gritó con una voz horrible, -"qué es lo que recibirás por haberme soltado?"-
-"No,"- contestó el muchacho sin temores, -"¿cómo debería yo saber eso?"-
-"Entonces yo te lo diré,"- gritó el espíritu; "debo estrangularte por ello."-
-"Debiste haberme dicho eso antes,"- dijo el muchacho, -"ya que entonces debería haberte dejado encerrado, pero mi cabeza estará firme para todo lo que piensas hacer; y hay que consultar a más personas sobre esto."-
-"¡Más personas aquí, más personas allá!"- dijo el espíritu.
-"Tendrás el merecido que has ganado. Piensas que fui encerrado allí como un favor. No, esto era un castigo para mí. Soy el fuerte Mercurio. Quienquiera que me liberara,  deberé estrangularlo."-
-"Suave,"- contestó el joven, -"no tan rápido. Debo saber primero que tú realmente cabías en aquella pequeña botella, y que por lo tanto eres el espíritu que dices ser. Si, en efecto, puedes ahí entrar otra vez, te creeré y luego podrás hace conmigo lo que dispongas."-
El espíritu dijo arrogantemente,
-"Eso es una hazaña muy insignificante,"-
y empezó a encogerse, y se hizo tan pequeño y delgado como había sido al principio, de modo que se arrastró por la misma apertura, y directamente por el cuello de la botella ingresó en ella otra vez. Apenas estuvo adentro, el joven empujó el corcho que  había retirado de la botella, y la lanzó entre las raíces del roble en su antiguo lugar, y así el espíritu fue engañado y apresado.
Y ahora el hijo estaba a punto de volver con su padre, cuando el espíritu gritó muy lastimosamente,
-"¡Ay, déjame salir! ¡Ay, déjame salir!"-
-"¡No!,"- contestó el joven, -"¡no una segunda vez! Quien ha tratado una vez de tomar mi vida no será puesto en libertad por mí, ahora que lo he agarrado otra vez."-
-"Si decides ponerme en libertad,"- dijo el espíritu, -"te daré tanto que tendrás  abundancia todos los días de tu vida."-
-"No,"- contestó el muchacho, -"me engañarás como hiciste la primera vez."-
-"Estás desperdiciando la buena suerte que te puedo dar,"- dijo el espíritu; -"no te haré daño, más bien te recompensaré lujosamente."-
El muchacho pensó,
-"Me arriesgaré, quizás él guardará su palabra, y de todos modos no podrá obtener lo  mejor de mí."-
Entonces quitó el corcho, y el espíritu se elevó de la botella como lo había hecho antes, se estiró y se hizo tan grande como un gigante.
-"Ahora te daré la recompensa,"- dijo él,
y dio al joven un pequeño bolso como un yeso, y dijo,
-"Si frotas un lado de él sobre una herida, ella sanará, y si frotas el otro lado sobre acero o hierro, se transformará plata."-
-"Voy a probarlo," dijo el joven,
y fue a un árbol, arrancó la corteza con su hacha, y lo frotó con un lado del yeso. Inmediatamente la corteza se cerró y el árbol quedó curado.
-"Ahora sí, está correcto,"- dijo al espíritu, -"ya podemos separarnos."-
El espíritu le agradeció por su liberación, y el muchacho agradeció al espíritu por su presente, y volvió donde su padre.
"¿Dónde has estado caminando?" dijo el padre; -"¿Por qué has olvidado tu trabajo? Bien te dije que nunca conseguirías nada."-
-"Calma, padre, yo lo arreglaré."-
 -"Pues arréglalo en efecto,"- dijo el padre enojado, -"no hay ningún truco en esto."-
-"Pierde cuidado, padre, talaré pronto aquel árbol que está allá, y en seguida lo dejaré  en trozos."-
Entonces él tomó su yeso, frotó el hacha con él, y dio un golpe fuerte, pero como el hierro se había cambiado la plata, el metal se dobló;
-"Hey padre, sólo mire que hacha más mala me ha dado, se ha torcido completamente."-
El padre quedó impresionado y dijo,
-"Ah, pero ¿qué has hecho? ahora yo tendré que pagar por ella, y no tengo los medios, ni de donde sacarlos con el trabajo que has realizado."
-"Tenga calma,"- le dijo el hijo, -"pagaré pronto por el hacha."-
-"Ay, ingenuo,"- gritó el padre, -"¿con qué medios pagarás por ella?, no tienes más que lo que te he dado. Esas son cosas que se te han metido en la cabeza como estudiante, pero no tienes idea del trabajo de leñador."-
Al rato el joven dijo:
-"Padre, en verdad no puedo trabajar más, tomemos una vacación."-
-"¡Hey!¿Qué?"-, contestó el padre, -"¿Sueñas que me sentaré aquí con mis manos en el regazo? Yo seguiré trabajando, y tú puedes irte a casa cuando gustes."-
-"Padre, es la primera vez que he venido a esta foresta y no conozco el camino de regreso. Por favor venga conmigo."-
En cuanto ya le pasó el enojo, el padre al fin accedió a acompañarlo a casa. Entonces le dijo al hijo:
-"Ve y vende esa hacha dañada a ver cuánto te dan por ella, y yo trabajaré para obtener la diferencia y así pagarle a nuestro vecino."-
El hijo tomó el hacha y fue a la ciudad donde un orfebre, quien pesándola la valoró y dijo:
-"Ella vale cuatrocientos duros, pero en estos momentos no tengo esa cantidad."-
El hijo dijo,
-"Déme lo que tenga, luego me paga el resto."-
El orfebre le dio trescientos duros, y quedó debiéndole cien. El hijo con eso se fue a casa y dijo,
-"Padre, tengo el dinero, vaya y pregunte al vecino cuánto quiere por el hacha."-
-"Ya tengo el monto,"- contestó el anciano, -"un duro y seis décimos."-
-"Entonces déle tres duros y dos décimos, que es el doble y suficiente; como puede ver, tengo dinero en abundancia."-
 y le dio al padre cien duros, y dijo,
-"Nunca le faltará vivir tan cómodamente como usted quiera."-
-"¡Cielos!"- dijo el padre, -"¿Cómo has adquirido tanta riqueza?"-
El hijo entonces le contó todo lo que había sucedido, y cómo, confiando en su suerte, había hecho un golpe tan bueno. Y con el dinero que obtuvo, él joven volvió a la Escuela Secundaria y continuó aprendiendo más, y como él podría curar todas las heridas con su yeso, se hizo el doctor más famoso en el mundo entero.
Enseñanza:
Muchas veces queriendo obtener grandes ganancias, se corren riesgos muy peligrosos. Si se decide correr el riesgo, no hay que lamentarse si se fracasa.


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