Las
vacaciones se terminaron y Laura estaba triste. De nuevo tenía que ir al
colegio y no estaba entusiasmada con la idea. Y es que a su padre lo habían ascendido a director de una sucursal bancaria y por ello tuvieron que
mudarse de ciudad. Ella quería volver al colegio de siempre donde tenía muchos
amigos.
Tan sólo le faltaba un mes para cumplir los
cinco años y pensaba que en su
fiesta no tendría ningún amigo. Sin embargo, en presencia de sus padres disimulaba, sus papás andaban muy ilusionados con la casa que habían adquirido y ella no quería "aguarles" la fiesta. De camino para el colegio, siempre de la mano de su mamá, iba pensando en su
maestra Cristina y lo bien que se la pasaba con ella ¡Desde luego, ya no sería lo mismo!
La madre la condujo hasta la puerta de la
clase cuando, ¡Qué sorpresa! ¿Cristina estaba allí? ¿Estaba soñando? Pronto se aclaró el equívoco. La maestra se llamaba Rosa y era hermana gemela de Cristina. En la clase había veinte niños y estaban sentados por grupos de siete. Laura se sentó en el grupo donde había seis.
En dicho grupo estaba sentada María, que era hija de su maestra y que casualmente vivía en su misma urbanización. Ricardo y Jaime eran dos niños muy divertidos y habladores. Estaba también Carmen, una niña de etnia gitana de ojos grande y tez morena, pero la que más le llamó la atención era una niña de rasgos distintos de los de todos.
Cuentos para niños que transmiten valores
Era china y sus padres acababan de instalar un bazar frente al
colegio, por lo que llevaba poco tiempo residiendo en la ciudad. Se llamaba Yenay y todavía no sabía
hablar español. Laura, desde el primer momento, conectó con Yenay y se entendían perfectamente sin palabras. Había pasado un mes y Laura ya estaba mucho más
alegre.
Jugaba constantemente en el recreo con los niños de su grupo y además se había propuesto enseñarle su lengua a Yenay. Sus papás le había preparado una
fiesta de cumpleaños a la que habían acudido todos los niños sin faltar ninguno de los de su grupo.
También acudieron a dicha fiesta amiguitos antiguos, ya que la distancia entre las dos ciudades era de apenas veinte kilómetros. Laura disfrutó muchísimo. Se había dado cuenta de que seguía teniendo los
amigos de siempre y había conseguido otros nuevos con los que compartiría todos sus
juegos.
FIN
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